Mis últimas experiencias con desconocidos
Fecha: 06/11/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Ana Del Veliz, Fuente: CuentoRelatos
... recorriendo una pequeña parte de mi glúteo, probablemente creyendo que yo aún ignoraba lo que estaba haciendo.
No me molestó del todo. De hecho, había quedado calentita con el músico que acababa de conocer, y fantaseaba con que era él el que me manoseaba en medio de una multitud de desconocidos.
La persona que estaba a mi espalda se sintió con mayor libertad al ver que yo no reaccionaba a sus manoseos, y comenzó a tantearme con menos disimulo. Cuando la puerta del tren se abrió al llegar a la siguiente estación, bajaron dos o tres personas, cosa que hizo que el furgón se descomprimiera levemente. Yo aproveché el pequeño espacio que ahora sobraba para pararme más cómodamente. Me apoyé del pasamanos, y flexioné una pierna, para descansarla, logrando en el acto que mi culo sobresalga.
Esto fue tomado como una invitación por aquél tipo desubicado, y acto seguido, me pellizcó el culo con fruición, dejando de lado cualquier tipo de disimulo.
Aun así, todavía estábamos todos apretujados y el resto de la gente no parecía notar lo que me estaba haciendo el sujeto.
Me contraje, y me moví a la derecha, encontrándome atrapada, sin poder desplazarme más que unos centímetros. Pero en realidad no quería escapar, sólo quería que el tipo crea que no tenía mi consentimiento. Me intrigaba saber hasta dónde llegaba su descaro.
Por suerte no se amedrentó. Se arrimó más, y apoyó su sexo sobre mí, haciéndome sentir la terrible erección que tenía. Parecía que adentro del pantalón ...
... tenía un fierro caliente.
Continuó con sus caricias impetuosas, mientras me hacía sentir su falo duro. A esas alturas yo misma estaba ya mojada. Me daban ganas de agarrarle la pija para sentirla entre mis manos. Pero no quería arruinar la fantasía. Ni siquiera me di vuelta a mirarle la cara, porque temía decepcionarme. Prefería seguir imaginando que se trataba de Javier, el rockerito que me había invitado al bar. La mano se deslizaba ya con descaro, y sentí el aliento a tabaco del tipo que jadeaba en mi nuca. En un momento levantó unos centímetros mi pollera, y sentí la mano sudada meterse por debajo y acariciar la piel desnuda de mis muslos. Y luego sentí otra cosa que me sorprendió: Mientras una mano me pellizcaba las nalgas y la otra se deslizaba por debajo de mi pollera, una tercera vino a la zaga y también intentaba meterse por debajo.
Estaba calentita, pero la situación se estaba desbordando. Me removí en mi reducido espacio y me acomodé la pollera, deshaciéndome de las manos intrusas con energía.
Por fin llegué a mi estación. Me fui hasta la puerta, no sin antes sentir otra vez, cómo varias manos me sobaban el culo, esta vez con mayor desesperación.
Me mezclé con una marea humana, y a lo lejos escuché que alguien me gritaba.
— ¡Eh rubia! ¿Cómo te llamás? — lo repitió varias veces. Yo fingí no escuchar. — Estás re buena rubia. — me gritó otra vos. Nunca supe quiénes eran.
Había quedado más que excitada con los hechos que me habían ocurrido, y me dieron ...