1. La invitada inesperada


    Fecha: 20/11/2020, Categorías: Incesto Autor: Cavrioto, Fuente: CuentoRelatos

    ... el poco dinero que tenía ahorrado y se lo suministré a mi amigo. Él, después de tomarlo, cayó a mis pies sin soltar mis manos; esta acción me conmovió y me irritó ocasionando que de un tirón lo levantara sin mirarlo.
    
    -¡Ah, querido –exclamó-, eres una perla de persona para conmigo! Te lo pagaré al instante, lo prometo… mañana –añadió mientras se enjugaba sus lágrimas-, mañana vendrá un amigo del pueblo y me dará cierto dinero que me debe. ¡Te lo daré cuanto antes…, sí!
    
    Helena lo miraba con desdén, como si adivinara el verdadero hueco de sus palabras.
    
    -Ya me lo darás cuando lo tengas. Ve y paga esa maldita deuda –Respondí tan hosco que él cesó de hablar. Regresé a mi escritorio y emprendí mi trabajo sin decir más.
    
    A esto, mi amigo se levantó, me dio unas palmadas en el hombro y azotó la puerta. Yo estiré las piernas y seguí con los trazos. Así pasé un cuarto de hora, callado, entrelazando mis pensamientos con mi trabajo. La sorpresa llegó cuando, levantándome en busca de nuevas hojas, divisé a la muchacha sentada, mirándome en el recóndito lugar en el que había estado descansando. Mis ojos se suspendieron con los suyos. Helena permanecía inmutable.
    
    -¿Qué haces aquí? –Apenas pude pronunciar.
    
    -Yo… eh… nada. Hola…
    
    Me azoró pensar que mientras yo estaba trabajando, pensando que nadie me veía ni escuchaba, esta criatura yacía sentada por un cuarto de hora sin hacer nada, viendo quizá mi espalda o mi habitación o simplemente nada. ¡Qué pena si hablé ...
    ... sólo!
    
    -¿Y Baldomero? –Pregunté.
    
    -Se fue, dejándome aquí…, contigo.
    
    La respuesta me hastió a tal grado que casi la mandaba al demonio. Pero tenía que serenar mi cabeza. Tomé el teléfono y marqué al celular pero no me contestó; marqué de nuevo, sin embargo, las llamadas se desviaban.
    
    -Parece que nunca vendrá –susurró ella-; se ha llevado tu dinero y a mí me ha dejado a la deriva… contigo…
    
    -¿Qué dices? Sé que es un vil zalamero pero no es tan bajo como piensas, amiga.
    
    Ella se levantó y me tendió la toalla.
    
    -Gracias… me voy.
    
    -¿A estas horas? ¡Imposible! Toma un baño y mañana te vas…
    
    Ella se azoró y me negó tal proposición aunque después aceptó. En el fondo sabía que ella deseaba ser azotada por mis manos y enculada por mi palo carnoso. Helena se sentó y sacudió su pelo, cruzó sus piernas dejando al aire su pie derecho que jugueteaba con su zapatilla, mostrando una parte de sus rosados talones. Tomé su mano, la levanté con lentitud y nos besamos. La desnudé.
    
    Sus senos parecían como dos cañones bien pulidos. Los chupé cual dos naranjas, exprimiéndolos del fuego que los inundaba. Fui a sus pies y con tácitos lenguazos, dedo tras dedo, los humedecí de éxtasis.
    
    -¿También te gustan?
    
    -¿No ves cómo desenfrenan mi alma, querida? –Respondí.
    
    Ella restregó sus pies en mi rostro, introduciéndolos de lleno en mi boca. Ya bañados de placer, emprendió la masturbada más fuerte y placentera que jamás he sufrido. Sin duda alguna era una erudita en el FootJob.
    
    El falo ...