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La muñeca de papá Capítulo I: El muñequero
Fecha: 08/12/2020, Categorías: Incesto Autor: LegiónOscura, Fuente: SexoSinTabues
La muñeca de papá Capítulo I: El muñequero Cuando a uno de dicen que su esposa padece cáncer de pulmón, se imagina lo peor y teme hasta por su propia vida. Pero cuando muere y quedas a cargo de tu única hija, la tristeza se vuelve una preocupación. Así estuve yo. Perdí a mi esposa en el decimo quinto cumpleaños de mi Vanessa. La casa donde vivíamos resultó demasiado incomoda así que me mude con ella al primer apartamento vacio que pude alquilar. Lejos de la tumba y lejos de la vida que teníamos. Vanessa no se quejaba, bueno al menos ahora ya no lo hace. Descubrí que deseaba a mi hija cuando una noche, acosada por las pesadillas de una madre de ultratumba, vino a mi habitación en busca de cobijo. Me pidió dormir entre mis brazos. Hasta ese día no había notado lo bien desarrollada que estaba; mientras dormía pude pasear sus tersos y firmes muslos, sus suaves mejillas, sus carnosas nalgas. Escondí con vergüenza la erección que me provocó manosearla, Manoseaste a tu propia hija, allí estaba la voz de mi mujer, pero el deseo era fuerte. Su olor de adolescente me embriagaba. Debía ser mía incluso si para ello debía cruzar la línea. Una noche simplemente no pude más. Me escurrí sigilosamente por la casa a oscuras y entré en su habitación. Vanessa dormía plácidamente así que aproveche para robar de s cajón, una braga color azul pastel. La llevé a mi habitación para verla unos instantes, imaginar la dulce piel que aquella prenda cubría todos los días. Saqué mi erecta verga y comencé ...
... a masturbarme con la panty alrededor de mi miembro. El roce del encaje me hacia tiritar de placer y no paso demasiado para que mi semilla se derramara a chorros sobre las colchas. La braga había quedado sucia pero aun así la olí profundamente antes de ir a dormir. Me aproveché de sus pesadillas, lo admito con un poco de vergüenza ahora, alimentaba los pensamiento sobre su madre cada vez que volvía del colegio con la esperanza de que entrara en mi habitación por un consejo o simplemente para dormir como aquella noche. Por semanas la acosé con esos recuerdos hasta que por fin, una noche de noviembre, tocó a mi puerta con timidez. -Papá –preguntó parada en la puerta- ¿Podemos hablar? –apagué la televisión rápidamente. -Claro encanto –su sonrisa fue muy fugaz. Aproveché el corto tiempo de la puerta al borde de mi cama para devorarla con la mirada: en ese pijama compuesto de un pantalón rosa suave y un top negro que no escondía ningún sostén; ella jamás los usaba para dormir. Sus pies cubiertos por unas calcetas deportivas cortas y su negro y lacio cabello suelto. Todas esas dulces curvas cubiertas por ropas tan ligeras y fáciles de arrancar. -Yo aun pienso mucho en mamá –se sentó con las piernas cruzadas sobre mi cama. -Y yo igual –me acerqué lentamente hasta rodearla con mi brazo- pero sé que nos cuida desde allá arriba –recargó la cabeza en mi hombro y aproveché para acariciarle el muslo derecho. No quedamos en silencio mientras mis dedos sigilosos se movían por su muslo hasta ...