1. El secreto de mi vecina Patricia


    Fecha: 13/12/2020, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... poco con sus uñas. — Mirá pendejo, yo no quiero que mi hijo, ni nadie que me conozca se entere de que trabajo acá.
    
    — Ya sé, no te preo…
    
    — ¡Callate! — Me interrumpió, presionando más fuerte. — yo conozco a mucha gente. Si llegás a abrir la boca, voy a hacer que te lastimen. Y a tu amigo también.
    
    — Te juro que no vamos a decir nada. — le prometí, asustado.
    
    — Más te vale. — dijo, disminuyendo la presión. — Además te conviene, si me querés seguir cogiendo… — agregó, y empezó a acariciarme el prepucio y el glande, dándome un placer intenso, que yo nunca había descubierto en mis noches de pajas.
    
    — Sí, voy a venir a visitarte seguido. — le dije.
    
    — Dale, secate y vení a la cama.
    
    Hice lo que me dijo, ella estaba con su cuerpo generoso acostada, con las piernas flexionadas, y una casi sonrisa dibujada en sus labios. Se había quitado el babydoll. Me desnudé y fui por ella.
    
    Lo primero que hice fue darle un beso en la boca, mientras le acariciaba las tetas. Ella metió su lengua en la mía, y me masajeó. Luego enterré mi nariz entre sus tetas, sintiendo el olor fresco de su piel, y percibiendo su suavidad. Patricia se desabrochó el corpiño, y con un gesto me invitó a que lama sus pezones. Eran puntiagudos, y yo jugaba con ellos, lamiéndolos, pellizcándolos, y mordiéndolos. Mientras tanto mis manos recorrían su escultural figura. Las mamas estaban duras, las piernas, depiladas y firmes. Cuando mis dedos recorrían sus caderas y subían hasta la cintura, sentía ...
    ... vértigo al recorrer esas pronunciadas curvas. Ella me acariciaba la espalda y me regalaba un gemido cuando tocaba o besaba alguna parte que le daba placer. En un momento quedé debajo de ella, y aproveché para acariciar sus nalgas. Eran grandes, dos melones duros y jugosos. Patricia me besó el cuello. Un beso dulce, que me dejó una huella de saliva. Luego me dio otro más abajo, y otro, y otro. Cuando llegó a mi tórax lamió todo su largo y luego me chupó el pezón, cosa que, para mi sorpresa, me encantó. Le pedí que lo hiciera de nuevo, y ella así lo hizo, y luego me mordió, igual a como había hecho yo, generándome un increíble placer doloroso, al cual retribuí pellizcándole el culo con fuerza. Luego agarró mi palanca, envolviéndola con su mano, mientras sus besos iban más y más abajo. Cuando llegó a mi pelvis, me miró con sus pequeños ojos azules mientras seguía sosteniendo mi verga. Yo asentí con la cabeza, y ella se metió el sexo en la boca. Lo envolvió con sus labios, mi sexo reaccionó empinándose aún más. La lengua saboreó el prepucio, mientras una mano hacía tiernos masajes a los testículos. Estaba en el cielo. Ella me miraba de reojo cuando yo me estremecía de placer. Me masturbaba mientras me la mamaba, y se iba metiendo la verga cada vez más adentro, hasta tragarla casi en su totalidad. Mi respiración se tornó entrecortada cuando el orgasmo estaba próximo a llegar.
    
    — ¿Ya vas a acabar? — Me pregunto.
    
    — Sí, no aguanto más.
    
    — Te voy a dejar acabar en mi cara por esta ...
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