1. Hice que mi madre cumpliera mi fantasía (segunda parte)


    Fecha: 18/12/2020, Categorías: Gays Autor: voyeur34, Fuente: CuentoRelatos

    ... excites viéndome, y usando mi ropa para saciar tus deseos fetichistas.
    
    —¿De verdad?
    
    —Sí... Eres hombre y tienes tus necesidades. Y yo disfruto haciendo que los hombres se exciten conmigo.
    
    —La verdad sí, en el bar todo mundo te comía con la mirada.
    
    —Pero ya ves, iba contigo... Para ti solita... ¿No me disfrutaste?
    
    —¿Qué quieres decir?
    
    —No te hagas... —fingí demencia—. ¿A poco las tocaditas a mis tetas eran casualidad?
    
    —Mmmm no... —acepto que estaba derrotado, mi madre me había cachado en todo, pero me encantaba la derrota. Porque eso quería decir que mi madre consentía todo eso.
    
    —¿A poco esos rozones a mis nalgas eran de otros?
    
    —Eran míos.
    
    —¿No te gustaron los arrimones?
    
    —Sí. Me gustaron mucho.
    
    —¿Y no te agradó ver bajo mi vestido mientras platicábamos?
    
    —Sí, eso me encantó.
    
    Mi madre hizo un gesto de victoria. Me tenía de los huevos y le gustaba tenerme así, y a parte calentármelos. Lo que no sabía a ciencia cierta era cuando habría de aliviármelos ella misma.
    
    —Gracias por la invitación —dijo, como cerrando la conversación—. Solo una cosa más.
    
    —Dime...
    
    —No terminaste de explicarme tu fantasía.
    
    —Me interrumpiste. Ya que había agarrado valor.
    
    —Pues ahora dímelo, quiero saberlo.
    
    —Está bien, Moni, ya que insistes. La verdad, por ahora mi mayor fantasía es masturbarme sobre ti, sobre tu ropa interior, mientras me observas hacerlo. Consciente. Y que tú desees que lo haga...
    
    —Wow... suena interesante.
    
    —Quizá tú has ...
    ... hecho muchas cosas en tu sexualidad, pero por ahora para mi es lo que me pide el cuerpo y el alma.
    
    —Nada mal para ser el comienzo.
    
    —¿Tú crees?
    
    —Seguro. La madre es un ícono sexual por excelencia. Y a mi me encanta ser el tuyo. Disfruto que me veas, y que te guste verme en ropa interior y que desees mi cuerpo. Eso es muy sensual.
    
    —Sí que lo es.
    
    Ya no dijo más... Descendió del auto aun medio mareada, se puso las zapatillas (en México significa zapatos de tacón alto), y nos dirigimos hacia la puerta. Mi pene era ya un mástil perenne, o sea, toda la noche parado y en ese momento aún más. El momento cumbre era ese. Tremenda calienta vergas era mi madre, una perra sensual y calculadora, con clase, pero al fin una zorra cachonda.
    
    Cuando llegamos a la puerta, metió la llave y la cerradura cedió. Aquello estaba oscuro. Cuando iba a la mitad de su recorrido, mi madre se detuvo, y yo choqué contra su espalda, estábamos más dentro que fuera. Mi pene se restregó una vez más contra sus ricas nalgas y esta vez no disimulé. Ya todo estaba dicho entre los dos. Ella lo ocasionó, por eso decidí quedarme ahí, apretado a su cuerpo. Ella giró su cuello de cisne que desprendía un olor delicioso y sensual. Me habló al oído, en susurros.
    
    —Ya llegó tu padre. Iré a dormir a tu cuarto.
    
    Caminamos dos o tres pasos, y cerré la puerta detrás de mí, con mucho cuidado.
    
    —Está bien. Por mí encantado.
    
    —Ya lo creo, mi niño.
    
    Mi madre levantó su trasero y lo restregó contra mi verga ...