1. 3 no son multitud


    Fecha: 25/10/2017, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Patricia y yo nos conocíamos desde hacía apenas un mes, habíamos coincidido en un curso de formación y desde un principio congeniamos sin problemas; ella era morena, de estatura normal, tenía una figura apetecible, con unos pechos que llamaban la atención sobre todo porque gustaba de usar camisetas ajustadas que los resaltasen. A mi desde un principio me llamó la atención y conseguí sentarme junto a ella en el curso y poder comenzar mi "acoso y derribo".
    
    Así comenzamos a salir juntos, yo vivo solo en un pequeño apartamento, y ella comparte piso con un estudiante, un brasileño llamado Joao, que está terminando la carrera, creo que una ingeniería. Por este motivo los encuentros íntimos que habíamos tenido habían ocurrido en mi casa.
    
    Aquel viernes, no fue así, esa tarde habíamos estado de compras por el centro y como su casa quedaba cerca nos fuimos hacia allá a picar algo con la intención de salir luego a tomar algo por ahí.
    
    Cuando llegamos a la casa no había nadie así es que nos pusimos "cómodos" en el sofá que había en el comedor, en poco tiempo yo tenía sus pechos en mis manos y ella tras abrirme la camisa jugueteaba con sus manos sobre mi entrepierna, con todo el movimiento su minifalda comenzaba a perder su sitio dejando al descubierto un tanga negro que aumentaba mi erección cada vez que lo veía.
    
    En esos momentos sonó la puerta que se cerraba.
    
    -Será Joao- comentó Patricia, sin dejar de manosearme y aprovechando mi distracción para quitarse la camiseta y ...
    ... el sujetador. Todo esto empezó a ponerme un poco nervioso, pero el profundo y húmedo beso que me propinó Patricia, dejé de pensar en nada más que en satisfacer la necesidad de follármela allí mismo.
    
    Me concentré chupando sus erectos pezones, mordisqueándolos y dándoles pequeños tirones con los que ella empezaba a gemir intensamente, sus pezones parecían querer explotar y mi polla reventaba dentro de mis calzoncillos, ante la negativa de Patricia de sacarla de una vez y empezar a pajearme que era en ese momento lo que más me apetecía. De repente se abrió la puerta del comedor y entró Joao, un mulato de unos 24 años de complexión fuerte, medio vestido con un pantalón corto de deporte, y unas sandalias. Nos miró y se quedó parado en medio de la sala; ante mi sorpresa Patricia, que estaba sentada a horcajadas sobre mi rabo, que seguía preso de mis slips; se incorporó y sonriendo pícaramente me dijo:
    
    -Tengo una sorpresa para ti- y se acercó a Joao y le propinó un beso de esos que yo creía que solo yo podía conseguir, y fue bajando por su torso hasta quedarse en cuclillas delante de él y, por los movimientos de su cabeza, supuse que le estaba haciendo una mamada. Yo me había puesto de pie, y estaba allí quieto, casi apoyada la espalda en la pared viendo como mi chica se la mamaba a otro tío delante de mí, la situación me dio cierto morbo, aunque no sabía si coger mis cosas y salir de allí corriendo, cerrando la puerta tras de mi para siempre, pero el caso es que seguí allí ...
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