Un romance extraño
Fecha: 23/02/2021,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... “su novia” a un restaurante que unos de su pueblo, muy, muy amigos, montaran en Madrid pocos años antes, lo que, fácil será adivinar que amén de cenar de “cajón” de mico, o de pato viudo, que menudos “cajones” son, lo hicieron por delicadeza de la casa, que para eso eran paisanos y, además, amigos. La cena, además de deliciosa, con sus buenos, excelentes platos, sus postres exquisitos, regado todo con el buen vino del marco “La Mancha”, con incluso Denominación de Origen hoy día, de muy añejas añadas de una bodega del terruño, el mismísimo Tomelloso, también fue de lo más entrañable para ellos dos.
Para ella, Raquel, porque fue la primera vez en su perra vida que un hombre le hablaba, la miraba, sin desvestirla con la mirada, sin verla con esos ojos cargados del más lujurioso de los deseos, sino que se sintió mirada y tratada como nunca antes lo fuera, como una “chica decente” y, como tal, tratada y respetada. Y hasta se sintió así entonces, en tales momentos, UNA CHICA NORMAL Y DECNTE. Lo que hacía ya… Bueno, ni recordaba el tiempo que hacía que ya así no se sentía, se veía a sí misma.
La charla, realmente, más insulsa apenas si pudo ser, corriendo él, Celestino, con todo o casi todo, el “gasto”, pues ella apenas si abrió los labios salvo para responder con algún, “Sí”, “Es verdad”, “Claro”, etc. etc. etc., protocolario que otra cosa. El “palurdo” comenzó por poner al Paco, el “novio” oficial, por las nubes, de lo buen chaval que era, sin olvidar los ahorrillos que, ...
... era público en el terruño, había logrado hacer en la “Engalaterra” esa de los demonios, donde se fuera a trabajar, para luego, empezar a hablar de sí mismo, “su vida y milagros”, como antes solía decirse por estos hispánicos lares de la “Piel de Toro”, que dijera Estrabón en su Geografía, palabras, “parole, parole, parole”, que ella no escuchaba absorta, como estaba, en esos ojos que la miraban sin malicia alguna, con esa sonrisa tan clara, tan abierta, tan franca… Disfrutaba; sí, Raquel disfrutaba con sólo eso, verle, mirarle, sentirle allí, con ella, ante ella, sin malicia, sin doblez, mirándola como él la miraba, tan distinto a como siempre sintió que los tíos la miraban… Era todo tan nuevo, tan distinto para ella, que podríamos decir se sentía como una auténtica Cenicienta, sólo que, bien sabía que, como a la del cuento de Perrault, a las doce de la noche esa magia que la envolvía se desharía para volver a ser la Raquel de siempre, la Raquel que, lo mirara como lo mirase, la Raquel que era, había sido y, quién sabe si, por finales, no acabaría siendo para siempre jamás.
Así que llegó la hora, las doce de la noche del cuento, o casi, casi, cuando, por fin, abandonaron el restaurante para regresar a la casa de ella. Llegaron a la puerta, y se detuvieron al amparo del portal
—Bueno; pues aquí es; hemos llegado… (Dijo ella)
—Sí; hemos llegado
Se dieron la mano, sin hablarse, mirándose, sólo eso, mirándose, sin hablarse, pero sin tampoco ninguno de ambos querer ...