1. Una historia que contar


    Fecha: 22/04/2021, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Recuerdo que era todo empezó un día bastante lluvioso. Desde la ventana de mi habitación veía como los árboles se agitaban debido al fuerte viento y como los pocos valientes, que se habían atrevido a hacerle frente al temporal, luchaban para mantener en sus manos sus respectivos paraguas. En este pueblo era normal que a finales de octubre hubiera este clima, y la verdad es que esto no facilitaba -ni mucho menos- la vida a los vecinos del pueblo, pues sin campos que cultivar y viviendo la mayoría de la poca industria que había era cuestión de tiempo que el pueblo desapareciese, los jóvenes estudiaban en la ciudad y solo volvían para ver a sus familias, luego volvían a la ciudad y ya no se sabía más de ellos.
    
    Hice mi cama, me dí una larga ducha caliente para meterme el calor en el cuerpo y me hice comí el desayuno que mi madre había preparado para mí. Después de todo esto aún me sobraba tiempo para ver un poco la televisión antes de que volviera mi padre para acercarme al instituto. Cuando encendí la televisión puse el canal de noticias para informarme sobre que tiempo haría el resto del día, pero la verdad es que yo ya suponía que llovería todo el día, y así fue.
    
    Sonó el timbre, cogí mi mochila y me fui al encuentro con mi padre. Mi padre trabajaba de administrativo en una de las fábricas industriales locales, y aprovechando que tenía que ir siempre de fábrica en fábrica buscaba tiempo para llevarme al instituto. La verdad es que ese día no tenía nada importante que ...
    ... hacer. Estaba seguro que no seríamos más de cinco en clase y los profesores no dejarían las horas libres para estudiar y ponernos en días con trabajos y tareas atrasadas, y yo, que iba al día en todo, me pasaría el día jugando a cualquier cosa con mi compañero de mesa, Matias.
    
    Llegué al instituto, fui el primero en entrar en clase, dejé la mochila y salí al pasillo para hacer tiempo hasta que sonara la sirena de aviso. No me agradaba la idea de ser el primero pues se podía interpretar como si fuera un empollón, y la verdad es que siempre he preferido pasar desapercibido. Pasaban los minutos y ninguno de mis compañeros de clase llegaba. A falta de cinco minutos para que empezase la clase entré y me senté, saqué mi móvil y empecé a jugar. Poco después de sonar el timbre entró el profesor de Geografía -la asignatura que me tocaba a primera hora- y dos compañeras de clase. Se llamaban Andrea y Sandra, y la verdad es que no podían ser más diferentes. Andrea era alta, delgada, rubia pero teñida de azul, callada, aplicada y amante de los deportes, mientras que Sandra era baja, regordeta, pelo moreno y piel trigueña, hablaba por los codos, extrovertida, curiosa, no le gustaba mucho eso de estudiar o hacer deporte, era más de jugar a juegos de ordenador y la verdad es que a mi no me caía muy bien.
    
    Andrea y Sandra se sentaron juntas lejos de mí y como el profesor salió a por un café, ya que no iba a avanzar temario habiendo solo tres personas, empezaron a cuchichear al principio para ...
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