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El chico del noveno piso
Fecha: 27/05/2021, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Era verano. Uno tranquilo, caluroso y bastante vulgar. Todo apuntaba a que iba a ser otro año más en aquel apartamento de Gandia, matando las horas en la terraza, contemplando el mar. Tengo pocos amigos ya que solo voy allí un par de días al año, por lo tanto, paso la mayoría del tiempo en el piso. Una tarde de calor intenso me dispuse a bajar a la calle a comprar el pan. Bajé todas la escaleras desde el sexto piso hasta abajo. Es un mérito porque entre los 32 grados y que podría haber cogido un ascensor perfectamente, había razones de sobra para no hacerlo. Volví en cuestión de segundos ya que la panadería se encontraba a pocos metros de mis apartamentos. El problema es que subir no era lo mismo que bajar y la pereza de hacer todas aquellas escaleras germinó en mí como una mala hierba. Pulsé el botón para llamar al ascensor que vino enseguida. Abrí la puerta y entré en aquel minúsculo recinto que me producía algo de claustrofobia. Me miré en el espejo que hay justo en frente y tras secarme el sudor de la frente, apreté el número seis. No obstante, lo que pasó después me pilló desprevenido. La puerta del ascensor se abrió de golpe. "Lo siento" dijo con ese acento del interior, tan cálido. Aunque no logré oír sus disculpas ya que mis ojos quedaron atrapados en su torso desnudo. Las gotas de sudor resbalaban por su cuerpo y mojaban sus pezones, humedeciendo la punta. "Vengo de correr" declaró, adivinando mi mirada descarada hacia esa escultura griega hecha de piel mojada ...
... y carne caliente. Levanté mi cabeza y descubrí su rostro que me esperaba con una sonrisa y una mirada castaña que me penetró el alma. Su pelo rubio estaba alborotado, a pesar de ser bastante corto. Pulsó el número nueve y dejó una marca de su dedo en el botón, impregnándolo con el dulce aroma de su piel mojada. El ascensor era diminuto y, de vez en cuando, nuestras manos se confundían en un cálido roce, dónde yo podía probar la carne de sus dedos. Podía sentir su olor, su fragancia viril despertaba en mí deseos eróticos que jamás había sentido y que solo con él podía consumar. Ambos rondaríamos los dieciséis y nunca ates nos habíamos visto. "Es tu piso" habló con aquella voz excitante. Desperté de aquel trance. El viaje había sido tan corto y tan agradable que habría querido quedarme en aquel recinto con él para siempre. Un tímido "adiós" salió de mi boca, intentando no desvelar en mi voz la excitación de mi mente. Cuando llegué al piso, el deseo me consumía y no podía esconder la erección que se perdía en mis pantalones. Estuve toda la noche pensando en él, imaginando como sería estar en el noveno piso, abrazado a su cuerpo totalmente desnudo, bañado en aquel sudor que tanto me había descontrolado. Solo deseaba verle una vez más, sentir su presencia prohibida. "Ni siquiera sería gay", pensé. Pero aún así, el deseo secreto me poseía y mataba mi tiempo pensando en su cuerpo e imaginándome el olor de su sus huevos y de su pene. Un día, mientras observaba el mar, como de ...