La mujer de Ricardo
Fecha: 26/06/2021,
Categorías:
Humorísticos
Autor: FilosofoAullado, Fuente: CuentoRelatos
... asalto.
Lo primero que hice fue lamerle los pezones, muy despacio, con mi lengua haciendo diminutos espirales en las puntitas erguidas. Los pechos eran realmente pequeños, pero me pareció que tenían un buen sabor; los mordí un poco sin dejar de acariciar sus piernas que sí eran largas, largas y me gustaban mucho al tacto, tersas y depiladas, dulces y deliciosas. Acaricié su pubis, sus labios vaginales, su clítoris. Estaba húmeda, metí mis dedos y luego los llevé a mi boca para probar el sabor salado. La tome de los cabellos de alambres oxidados y le estampé otro beso en su largo hocico. Bajé mi pantalón hasta las rodillas, también mis bóxer y la penetré, sin pena ni gloria, mi pene entró sin dificultad; ella aúllo como si un toro le estuviera estrujando las entrañas; a mí me pareció que exageraba y aparte, aunque Ricardo era un tipo que detestaba, creo que me resultaría ligeramente incómodo explicarle qué hacía en la cocina de su casa cogiéndome al espagueti parado que era su mujer. Me pareció que lo más inteligente era ...
... sacarle el pene de la vagina y metérselo en la boca. La atraje de los cabellos, nos fuimos a la sala a donde estábamos antes emborrachándonos. La metí en su boca y ella la chupaba feliz, como una niña en una dulcería, aunque metiendo algo de diente; yo le daba un zape cada que me lastimaba con los dientes, diente-zape, diente-zape. Sólo así se educa a ciertas personas. Al final me hizo una mamada más o menos decente; rompí uno de sus cojines y use las tiras para amordazarla; la puse con la frente al piso y el culo empinado, la sodomicé y pude ver sus ojos desorbitados, le puse una de mis botas en la cara y me la cogía cada vez más salvaje; algo me distrajo, un como gemido, juraría que había alguien detrás de la puerta de la cocina masturbándose. Todo se quedó quieto. También los gruñidos de probablemente Ricardo dejaron de escucharse y continúe con mi bella y noble labor de atravesar con mi pequeña pero juguetona verga a una mujer casada con telarañas en el asterisco; mismas que poco a poco iba rompiendo en un marasmo de dolor y placer.