Compinche. Sexo en la oficina
Fecha: 09/07/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos
Nilda, es una amiga entrañable, amigos de verdad con mayúsculas.
Trabajamos en una importante empresa, ambos cargos de cierta importancia que nos permiten disponibilidad de dinero para gastos “personales”, desarrollamos una amistad que escaló varios grados de complicidad, pero sin llegar a situaciones de “cama”, simplemente porque ninguno de los dos mostró interés en llevarlo a esa situación.
Tal era la confianza que llegamos a rentar un apartamento “para la trampa”, compartíamos el uso, pero no la cama, cada quien con quien le pinte, una especia de norma no escrita pero entendida, como sucede en estas situaciones, habíamos establecido una clave para evitarnos incómodas sorpresas, el aviso previo y si la situación ameritaba una urgencia o imposibilidad de avisar teníamos una clave de advertencia, una planta visible desde fuera del edificio nos advertía que el “nido” estaba siendo ocupado.
Amigos y confidentes, tanto que hasta disfrutaba consiguiéndome las mejores mujeres que estaban como para el abordaje en pos de una conquista. Una mañana compartiendo un café dijo:
—Tengo una muchacha, que “corta el aliento”, ¿la quieres de regalo? - algo sorprendido, pregunté qué quería decir…
—Tengo acceso a todo el personal, confían en mí, si es hombre y me gusta “me lo volteo”. Por tu cargo no puedes, pero… tu amiga te consigue “mercadería de primera” ¿se entiende? - Estoy entendiendo…, con algo de sorpresa. – La oferta de primera, primera...
- Y.… sí, cómo ...
... hacemos.
- Acompáñame, tengo algo que mostrarte.
Salimos a recorrer, esperaba ver eso que “me” había encontrado. Con el disimulo propio de quien no puede mostrar sus intenciones, no era la primera vez, pero en esta ocasión había “un algo especial” en sus dichos que habían despertado mi curiosidad. De pronto en el sector de liquidación de pagos me hace fijarme en una muchacha, que está inclinada sobre la máquina fotocopiadora, delgada, rasgos levemente asiáticos, tal vez genes de algún oriental, la hacía distinta, un toque exótico. Busto levantado con esa medida que podía contener en las palmas de mi mano, cintura estrecha y culito respingón. Tal vez eso concitó mi atención, además de lo rotundo de sus caderas expuestas al agacharse, que hasta me pareció provocado intencionalmente. Nilda me miró la entrepierna y dijo:
—Ya me la marcaste, el bulto ahí abajo te delata.
—Esa cola es contundente, respondí.
Retornamos a la oficina haciéndonos chistes, y riendo en complicidad. Me dejó pensando en el tema. Al día siguiente, llegando del almuerzo se presenta Nilda, acompañada por la muchacha de la fotocopiadora.
— Hola jefe! Esta es Raquel, y sería útil para su ascenso, si le asigna un trabajo de mayor importancia en la empresa, va a hacer los “méritos” necesarios. Una seña discreta refuerza “necesarios”, indicaba que estaba todo OK.
—Bueno, los dejo solos, ah, por qué no le enseña la oficina del cuarto piso… Marchó, no sin antes decirle a la muchacha:
—Chau, quedas en ...