Mariana, un polvo contenido durante cinco años.
Fecha: 13/11/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
A Mariana la conocí hace casi siete años. Trabajábamos juntos como administrativos en una concesionaria de autos. Ya estaba cerca de los cuarenta, pero me calentaba más que cualquier pendeja. Era alta, de piernas largas, y si bien sus pechos eran pequeños, sus exuberantes nalgas compensaban aquella falla. Nos llevábamos muy bien, pero ella, intuyendo el inmenso deseo que sentía, mantenía siempre cierta distancia, sin dejar de ser simpática y agradable.
En esos dos meses que duré en la empresa, le dediqué muchas pajas nocturnas. Su actitud cordial, pero al mismo tiempo inaccesible, me enloquecían. Varias veces la invité a salir, pero ella me contestaba “si querés le pregunto a mi novio a ver qué dice”, y luego de reírse, cambiaba de tema, o me pedía que le pasara tal o cual carpeta.
Estos avances los realizaba en general de noche, un rato antes de salir, porque mientras estaba la planta llena de empleados y clientes, apenas podíamos cruzar palabra. Pero esto no me molestaba, porque siempre la tenía unos minutos a solas antes de irnos a nuestras casas.
Ella siempre tenía que quedarse hasta tarde porque el dueño le confiaba tareas extras que le impedían salir al horario normal, y yo, por supuesto, me quedaba a ayudarla para acelerar las cosas, y de paso quedarme un rato con ella.
Como dije, las invitaciones eran rechazadas, los piropos en cambio, eran recibidos con una sonrisa y un gracias, pero nada más. Una noche, cansado de usar palabras inútiles, y de ...
... desahogarme con masturbaciones solitarias, me acerqué a ella mientras buscaba unas carpetas en un archivador, y mientras le preguntaba qué carpeta buscaba y fingía ayudarle a buscar, me asomé desde atrás, poniendo mi mentòn sobre su hombro. El lugar era angosto, porque una fotocopiadora estorbaba, por lo que era comprensible que yo tuviese que estar tan junto a ella mientras la “ayudaba”. Tener su boca cerca hizo endurecer mi pene a medias, era hermosa, de labios carnosos. Mientras estábamos así de apretados, mintiendo le dije “ahí está”, señalando una carpeta que estaba en la parte más baja. Mariana se agachó para agarrarla, y cuando lo hizo, no pudo evitar rozar sus nalgas con mi pene ya erecto. Llevaba un jean bien ajustado, que dejaba adivinar sus formas, eran nalgas largas, proporcionales a su cuerpo, y bien redondas y paraditas. La sentí completa con el tacto de mi pija, y cuando mariana se levantó, no pude resistirme y me acerqué aún más, ahora sí, sería imposible atribuir la cercanía al pequeño lugar, pero estaba tan al palo que no me importó, es más, la agarré de la cintura, y cuando terminó de levantarse, la apreté contra mi pija dura y asomando mi cara de nuevo, por encima de su hombro, muy cerca de su provocativa boca jugosa, le dije “¿te gusta?”. A lo que ella contestó “esta no es la carpeta”, y se destrabó de mí diciendo “no importa, mañana la busco, no es urgente”, dejando mi tronco apresado en mi pantalón, más hinchado que nunca.
A las pocas semanas me echaron, junto ...