1. Yago (VI): Otra vez, el coronel


    Fecha: 15/08/2021, Categorías: Confesiones Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    El capitán Salazar se despertó con un gran dolor de cabeza; y vio al cabo junto a él con la cabeza ensangrentada y sin sentido. Pero, en ese mismo instante, entró el sargento Diez, que se quedó quieto en la puerta como si hubiera visto al diablo.
    
    - ¡Pasad!, y ayudadme sargento. No os quedéis ahí parado... o, ¿es que no veis?
    
    - ¿Que pasó?, mi capitán.
    
    Salazar, no quería que el sargento supiera la verdad.
    
    - ¡Se ha mareado!. Mirad, que golpe se ha dado
    
    Cogió uno de los pañuelos que Gabriel había dejado sobre la cama, y empezó a limpiarle la sangre que tenía en el cuello y encima de la oreja.
    
    El sargento le miraba sin poder evitar que el capitán se diera cuenta de lo que llamaba su atención.
    
    - ¡Si!, ya sé lo que estáis pensando. Me lo he follado, ¡si!…
    
    … pero, no veis que culo tiene este cabrón. ¿Acaso a vos no se os antoja?
    
    El sargento, indeciso, guardó silencio. El nunca se había follado el culo de un muchacho... pero, ese culo le parecía algo extraordinario.
    
    -¡Aprovechad, ahora!. Está inconsciente; y no se va a negar, ¡sargento!
    
    El sargento, que estaba de pie junto a la puerta, tan solo acertó a cerrarla.
    
    Y todavía en el suelo, Salazar se arrimó al cabo, lo suficiente como para calzárselo y empezar a darle buenos meneos.
    
    El sargento miraba embobado. Y poco a poco, se fue calentando.
    
    - ¡Animaos, sargento!. ¡Os aseguro que no os arrepentiréis!…
    
    … ¡venid!, ¡acercaos!.
    
    Se levantó (un poco mareado) y dejó que el sargento ocupara su ...
    ... lugar; sorprendiéndose gratamente, cuando vio la herramienta que gastaba ese desgraciado. Luego, empezó a colocarse el calzón y a remeterse la camisa…
    
    ... sin dejar de contemplar el culo del sargento, mientras disfrutaba del cabo.
    
    - Menudo culo se gasta este cabrón, pensó...
    
    De pronto, Gabriel despertó; y miró hacía atrás.
    
    - ¡Ah!, sois vos, le dijo al sargento…
    
    ... ¡que bien lo hacéis!... ¡seguid, os lo ruego!…
    
    Después, miró al capitán, que le observaba atentamente, y le mantuvo la mirada, desafiante...
    
    - ¡Bueno, ya!, ¡dejadlo!. Tenemos que regresar. ¿Hay alguna novedad, sargento?
    
    El sargento lo miró con cara de “me has jodido, cabrón”, y la sacó. Se recompuso rápidamente y...
    
    - ¡No!, mi capitán. Le esperábamos para seguir con el registro en el piso superior.
    
    - ¡Muy bien!. Entonces, regresemos…
    
    Sin embargo, en la alcoba del Duque, todo estaba empezando a relajarse.
    
    La tarde había sido intensa; y ya eran casi las siete...
    
    … aunque, el Duque y su secretario, daban la impresión de no querer terminar.
    
    - No sabéis, como he disfrutado de vuestra compañía Sr. Duque, dijo Sarasola.
    
    - ¡Mmm!… moi aussie, ¡mon cheri!. Poseéis un cuegpo magavilloso. ¿No cgeéis, Etienne?
    
    - ¡Ya lo cgeo!, Sire.
    
    Muy a su pesar, el Duque se incorporó y...
    
    - ¡Bueno!, me temo que tenemos que empezag a pgepagagnos paga la cena, cogonel.
    
    - ¡Si!, será mejor que vuelva con el regimiento, antes de que se me haga tarde.
    
    El coronel, se levantó, y pidió un ...
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