1. PECHOS DE MIEL (PARTE 1 y 2 DE 3)


    Fecha: 21/11/2017, Categorías: Hetero Autor: dulces.placeres, Fuente: SexoSinTabues

    Soy docente, mi nombre es Juan Federico Da Silva, aunque todos me llaman directamente Fede, estoy llegando a mis cincuenta años, delgado, espigado, alto y tez trigueña, cabellos encanecidos y crespos, labios delgados y peligrosos ojos verdes Actualmente divorciado, me casé pasados los veinte, me separé pasados los treinta, era una buena mujer, quería ser madre, pero yo no nací para enredarme con niños, se cansó de esperar a que cambiara mi postura y decidió seguir su camino, no traté de impedirlo. En adelante se cruzarían en mi vida varias mujeres más, pero todos fueron encuentros sin compromisos, no quiero atarme a mis sentimientos, así que vivo feliz en mi soledad. Me gano la vida como docente de facultad, soy psicólogo, pero me encanta enseñar, así unas veinte generaciones de alumnos pasaron ya por los pupitres de mis salones. Alejandra, o Ale, como yo siempre la llamé, no sería una más de mis alumnas, ella fue especial para mi desde el primer momento. Me parece revivir ese primer día, ella llegó un poco tarde e interrumpió mi clase, cosa que me enfurece, no dijo ni siquiera buenas tardes, apenas un tímido ‘perdón’ apenas audible, pasó mirando al piso y se sentó en uno de los pocos bancos que quedaban libres, me quedé observándola en el silencio sepulcral de la clase, con una tiza en mi mano, apoyado contra el escritorio. Ella se acomodó con un notable rubor en el rostro, sacó unos lentes de gruesos marcos negros y se los acomodó en silencio. Soy honesto, en esos ...
    ... cortos segundos no pude evitar mirar algo que era imposible obviar, Alejandra ostentaba unos impresionantes pechos, gigantes, algo que cualquiera podía notar al observarla. Esa primera mala impresión cambiaría rápidamente, Ale se transformó en una de los mejores alumnos que yo recordara, siempre se sentaba al frente y siempre participaba con atino, día a día me sorprendía, con su tez morena y su rostro adolescente, con sus enrulados cabellos renegridos que caían hasta su cintura, y nuevamente siendo honesto, por imaginar la desnudez de los senos más grandes y perfectos de todas las alumnas que hubieran pasado en tantos años. Ella podría haber sido mi hija, solo tenía veinte años, pero lo cierto es que no lo era, y había algo en ella que me incomodaba, su forma de mirarme, embobada, perdida, podía estar toda la clase con sus ojitos de perro faldero y decidí sacarme la espina. Una tarde al terminar la clase le pedí que esperara un poco, necesitaba hablar con ella. Cuando los demás alumnos se habían retirado y quedamos frente a frente, me propuse dialogar, fue cómico, sentí que los ojos me pasaban y no podía mantenerle la vista, como a un tonto adolescente la mirada bajaba al nacimiento de sus tetas que escapaban por el escote de su remera, incluso notando los pezones que se marcaban bajo el sostén, noté incomodarla, esbozó una sonrisa nerviosa y se puso colorada de repente, comprendí mi error y fui directo al grano Alejandra, Ale, eres excelente alumna, pero hay algo en ti que me ...
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