1. Pasó un verano


    Fecha: 21/11/2017, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Pasó un verano
    
    Solíamos pasar los veranos en un pueblo de la montaña cerca de la ciudad. En aquella ocasión vino a pasar unos días con nosotros mi primo mayor. Tenía 17 años recién cumplidos, dos más que yo, y cinco más que mi hermano menor, al que ignorábamos en casi todos nuestros juegos. Pasábamos las siestas en el pinar que había cerca de nuestra casa, cazando mariposas y lagartijas.Aquel día, nos habían castigado a no salir después de comer. Mi primo me propuso pasar la siesta juntos en mi habitación, jugando. A la hora convenida oí llamar cuidadosamente a la puerta, cuidando de no despertar a nadie; abrí y él se adentró con sigilo en la habitación. Nos sentamos en la cama y estuvimos hablando un buen rato. Abrimos las ventanas de par en par para sentir el ambiente exterior y oler los pinos cercanos. Charlamos largo rato hasta que, cansados, nos dormimos uno al lado del otro, en la vieja cama.Cuando comenzaba a despertarme, aún con los ojos casi cerrados, me di cuenta que él estaba recostado contra el respaldo de la cama, sentado sobre la almohada. Estaba completamente desnudo, y su pene, erecto, estaba a la altura de mis ojos semiabiertos. Me sorprendí tanto que fui incapaz de moverme. Aquella situación, lejos de espantarme, me resultaba atrayente. Continué haciéndome el dormido, vigilando a través del rabillo del ojo e intentando no delatar, con mi respiración que se aceleraba por momentos, mi estado de vigilia. Veía, como en penumbra, un magnífico pene, más grande ...
    ... que el mío, totalmente tieso, que dejaba entrever, en su parte superior, un capullo sonrosado y húmedo. Se balanceaba rítmicamente, con movimientos secos, como por arte de magia. En su base, una mata de pelo tupido daba cobijo a unas pelotas que me costaba distinguir, envueltas en aquella maraña de pelo negro.Estuve sin moverme un buen rato hasta que decidí cambiar de postura, para poder tener una mejor vista de aquel panorama que me brindaba mi querido primo. Bruscamente, como en un impulsivo movimiento del sueño, me di la vuelta hacia donde él estaba, acercando mi cara a su pierna, rozando mi nariz la piel de su muslo para poder estar más cerca de él, tanto que podía oler su piel. También aproveché para acercar, descuidadamente, mi mano a su cuerpo.Así permanecí varios minutos, sin moverme, impasible, intentando controlar la aceleración inminente de mi corazón y una incipiente erección que sentía debajo de mi slip, apresando mi miembro ente la tela del calzoncillo y la de la sábana de la cama. En un instante, él también decidió cambiar de postura. Se dio la vuelta girando su cuerpo hacia mí, lo que originó, dada su postura anterior y la proximidad que yo me había encargado de garantizar, que la punta de su polla, su capullo, quedara a la altura de mi boca, casi rozando mis labios entreabiertos.Eso sí que no me lo esperaba, pero igual que al principio, me gustó. Continué haciéndome el dormido, originando ligeros movimientos propios del sueño, hasta que, en uno de ellos, mis ...
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