Mi querido profesor
Fecha: 01/07/2017,
Categorías:
Anal
Autor: TuCenicienta, Fuente: CuentoRelatos
... atracción, ya que al final me di cuenta que él me gustaba.
Terminé saliéndome de la escuela sin terminar de estudiar por el trabajo y pasé un año entero sin verlo.
Una tarde quedé de ver a un muy buen amigo mío, con el que había platicado de mi profesor, para tomarnos un café o algo recordando nuestros años de universidad porque fueron muy bonitos y conservábamos una buena amistad.
- ¿Qué me cuentas de chicos? – preguntó él bebiendo su café.
Estábamos en un lugar público de la zona de negocios de la ciudad, muy concurrida y movida a esa hora del día ya que todas o la mayoría de oficinistas salen de trabajar.
-No estoy buscando marido, Luis – respondí.
-Te pregunté de chicos, no marido. Más bien parece que estás en eso: búsqueda de marido.
-No seas tonto, ¿para qué quiero novio? – pregunté. Lo cierto es que siempre tuve mis aventurillas, pero esos días estaba más sola que nadie y tampoco buscaba algo en esos momentos.
Luis se encogió de hombros y miró alrededor para que nadie nos escuchara. – Para pasar el rato – dijo sin más.
-Ya, y tú, ¿Dónde está tu chica? – ataqué.
-Yo soy un alma libre.
-Entonces yo también.
-No puedes decir lo mismo que yo porque yo te gané – dijo haciendo un puchero de niño.
Si, los hombres no son maduros y entre nosotros hay más confianza para tratarnos así.
-Ash, no sé lo que quiero en mi vida. A veces quisiera desaparecer y ver cómo el mundo funciona sin mí – dije viendo para la calle que había detrás de ...
... los arbustos de la cafetería que nos separaban de ella.
Era un poco tarde, la muerte de un bonito día soleado típico de nuestro verano en el país y con vientos casi huracanados dignos de un buen café. Las luces del alumbrado público empezaron a encenderse y pronto se hizo de noche.
-Deberíamos hacer eso: desaparecer e irnos a salvar unicornios en el desierto del Sahara – dijo para sacarme una sonrisa.
-No, quiero buscar sirenas en el Tíbet, sé de avistamientos – sonreí.
-Algo más realista: debemos unirnos y hacer una microempresa de algo para tener ingresos extra – sugirió ya poniéndonos serios.
En eso que le suena el teléfono y se pone a conversar; y yo regresé a ver a los autos y las personas yendo y viniendo. Puse mis ojos en los peatones que cruzaban una de las calles principales y se dirigían a la zona de cafetería donde estaba. Al principio lo hice para distraerme, pero conforme se fueron cercando me percaté de algo familiar en los dos hombres. Y en eso que uno me sonríe y codea al sujeto a su lado y…
-¡Oh, santo cielo!– exclamó una de ellos en su idioma.
Yo no salía de mi asombro. ¡Era él! ¡Era Chris! Un poco más gordo, pero era él. Y su amigo, mis dos profesores me miraban como si en realidad me hubieran extrañado. Yo no sabía qué hacer, dónde meterme o qué hacer. Me limité a mover a la cabeza sonriendo como tonta y salté a saludarlos.
-Hola. Jack, Chris. Que gusto– respondí en su idioma dándoles un beso en la mejilla.
-Hola Caro, ¿cómo has ...