Encuentros familiares capítulo 3
Fecha: 01/12/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Crystal69, Fuente: SexoSinTabues
... por casualidad llegó al canal Edge. Media noche. Una peli erótica llenaba la pantalla. —Vamos a verla —le dije y ella sonrió con picardía. No sabía de qué iba la trama. Lo que sí se veía era un hombre cogiéndose a una morena muy hermosa. A la vista estaban sus grandes tetas cafés. Tragué saliva y acaricié los hombros de mi hermanita. Su piel era como la seda. —¿Has tenido sexo? —me preguntó de pronto. —Sí —le confesé sin querer—. Es decir, un poco. —¿Se siente rico? —su pregunta era tímida. —Es genial. Cuando cojas, lo sabrás. —¿A qué edad puedo empezar a tener sexo? —Mmm… yo tuve sexo a los trece años, y creo que mamá desde los catorce. —Entonces me falta —suspiró con cansancio. —¿Tienes un chico en mente? —No, sólo que me da curiosidad. —Mamá me acariciaba el clítoris cuando tenía tu edad. Eso me ponía de buenas. ¿Por qué no lo haces tú? Sí. Era una pregunta atrevida, y por un momento creí que me pasé de la raya. Le dije a Lucy que estaba bien si lo hacíamos juntas mirando la película. Así pues, ella aceptó. —Hay que desnudarnos—le dije. No había problema con eso. Ella se bajó los shorts y me mostró un coño sin pelo, cerrado todavía. Sus pechos ya eran un poco visibles nada más. Los míos eran mayores y mis piernas más largas. Nos acostamos cerquita y le bajé el volumen al televisor. —Abre —le dije—. Haz como yo. Separamos las piernas hasta que nuestras rodillas se tocaron. Le indiqué que se mojara dos dedos con saliva. Ella lamió sus manos con gesto sugerente y despacio se ...
... tocó la vagina. —Acaricia tu monte de venus. —¿Qué es eso? —Esto —le mostré con el mío. Ella frunció los labios y se acomodó entre mis piernas. quería ver mejor. Así pues, separando mis muslos al máximo, expuse mi vagina para mi hermanita. —Se te ve el culito —rio con nerviosismo. Alcé el culo para que viera más la entrada de mi ano, y dirigí un dedo dentro de esa estrecha abertura. Me masturbé para ella con movimientos lentos, metiendo y sacando mis dedos. La pequeña Lucy miraba con detenimiento y sus mejillas eran como dos tomates. —Oh… sí. Hazlo tú —le pedí. Ella riendo y mirándome, sacó mi mano y usó la suya. —Está mojado y aceitoso —comentó. Luego, traviesamente tiró de uno de mis labios y metió un dedo en mi interior. Grité de sorpresa. Ella soltó una carcajada y siguió masturbándome. No pude contenerme más y le pedí que hiciera lo mismo. Así, la pequeña de diez años se echó de espaldas y abrió las piernas gustosa. Su vagina era incluso más hermosa que la mía. La piel blanca era inmaculada como la leche y su clítoris visiblemente más pequeño que el mío. —Voy a hacerlo con la boca —le dije antes de que pudiera contestar. Enredé mis manos sobre sus suaves piernas y mamé de la conchita de una niña. El sabor era exquisito. No lubricaba. Hay quienes dicen que a esa edad ya sucede, pero la de Lucy no. Lo que sí, desprendía un calor fantástico y embriagador. Ella cerraba las piernas por reflejo, pero yo me encargaba de mantenerlas separadas y con el espacio suficiente. Pegué, ...