El ático
Fecha: 04/12/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: leosolari, Fuente: RelatosEróticos
EL ATICO
Mis padres se separaron cuando yo tenía 5 años, entonces nos fuimos a vivir a la casa de nuestra abuela materna, quien a esas alturas ya tenía una nueva pareja y de cuya relación, mi madre tenía 3 medios hermanos, dos hombres y una mujer.
La casa estaba localizada en la quinta de un barrio muy popular, no era muy grande; tenía 2 habitaciones, sala comedor, un baño muy cómodo, un patio interior con un caño grande como en los solares antiguos; este patio tenía un baño pequeño, donde solo utilizábamos el sanitario en situaciones de emergencia; el espacio de la ducha era ocupado por una gran canasta donde tirábamos la ropa sucia.
Arriba de ese baño había un ático que no tenía ni puerta ni escalera, lo usábamos de depósito, mayormente de las cosas que se usan en las navidades, había una cama plegable Chaide y Chaide, un banquito y una sombrilla de playa con su respectivo balde; para llegar hasta allí arriba, teníamos que usar una escalera de pintor, que la colocábamos en el patio contra la pared de ese baño.
Finalmente en el lado opuesto de este patio se encontraba la cocina.
Desde que llegamos y a pasar de mi corta edad pude darme cuenta que mi tía no nos quería, conforme pasaron los años yo notaba que ella se sentía desplazada; para poder alojarnos en esa casa, ella había tenido que mudarse a la habitación de sus hermanos; la tía había perdido ciertas comodidades y su status de “princesa” se había acabado.
La sala de la casa era su dominio, no ...
... podíamos tocar el estéreo, prender la tele y menos aún tocar el piano que era su adoración, ella practicaba seguido y lo hacía muy bien.
Los años pasaban, yo crecía con todas aquella limitaciones que creaban en mí, una sensación de inseguridad; en el colegio estatal donde estudiaba, me mezclaba con gente de todo tipo y la de clase baja abundaba.
Cuando cumplí los 12 mis compañeros y sobre todo los más desinhibidos, tocaban abiertamente y sin tapujos temas propios del despertar sexual; a mí me daba vergüenza y optaba en mantenerme en silencio.
Aparecían las primeras historias, algunos se robaban de sus hermanos revistas como Playboy, Hustler y El pingüino; había quienes se bajaban el pantalón para mostrar cuánto vello les había aparecido, si les había crecido su miembro; otros contaban si tenían poluciones nocturnas y los más avezados se vanagloriaban de saber lo que era eyacular.
No faltaron aquellos que aprovechando las horas de recreo, se reunían en secreto en la misma aula, cerraban la puerta y se masturbaban en competencia, para mostrar quién se venía primero o quien lo hacía en forma más abundante. Me toco sorprenderlos alguna vez y me quedé estupefacto.
Esa inquietud me la guardaba e involuntariamente la llevaba conmigo a casa; allí, el ogro de mi tía me sacaba de mi abstracción con un reclamo distinto cada día; si no era para mí, era para alguno de mis hermanos y eso era una declaración de guerra, yo la detestaba.
Los fines de semana, ella acostumbraba a ...