El ático
Fecha: 04/12/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: leosolari, Fuente: RelatosEróticos
... como huele la lejía.
A partir de ese día, yo encontré una especial predilección por andar solo en short cada vez que era fin de semana, me agradaba aquella sensación de estar haciendo algo prohibido en las narices de mi tía y que ella, ni idea tuviese de mi desquite.
Mi atrevimiento cada vez fue mayor, yo me sentaba en el comedor simulando hacer mis tareas, mientras ella estaba muy cerca cociendo algo con la máquina; yo separaba mis rodillas y recogía mi short hacia mis entrepiernas, entonces allí debajo de la mesa, una novata oruga se transformaba rápidamente en una víbora que salía a observar a mi tía quien seguía concentrada en su costura.
Ella ni idea tenia de mi hazaña; lo mío era una mezcla de satisfacción y miedo por la posible llegada de otra persona a la sala.
Alguna otra vez, haciendo gala de mi desfachatez, y tragando saliva me acercaba a ella lo más que podía llevando el short levantado, en actitud de darle con mi descubierto sable una estocada en las nalgas, emulando al matador, frente a un toro de lidia.
El tiempo fue pasando y llegó un mes de Diciembre, yo tenía 13 años y aquella tía estaba próxima a cumplir los 24; sucedió que en casa, mi madre y la abuela debían de salir a buscar a una comadre para acompañarse mutuamente en gestiones diversas.
La cosa demandaría mucho rato, pues debían de movilizarse en ómnibus a varios lugares y terminarían con un Bingo en casa de la comadre.
Antes de salir, la abuela que exclama:
“Negra, a ver si ...
... se dan un tiempo para sacar del ático las cosas de la Navidad”, lo cual mi tía aceptó de inmediato.
Como cualquier sábado en casa, la tía vestía un short de color celeste que hacía juego con un polo del mismo color; yo estaba en lo mío, hacia mis tareas del Colegio y desde el comedor de rato en rato, le daba una mirada a la huraña de mi tía, obviamente que siendo verano yo también vestía uno de mis shorts favoritos, siempre holgados.
En algún momento me levante de mi sitio para tajar en la cocina, los lápices con los que hacia una lámina de dibujo. Un rato antes ya había pasado rumbo al baño y estando yo sin ropa interior, le había hecho a la tía una de mis clásicas pasadas con las que me sentía satisfecho.
Regresé de la cocina con mis lápices de colores listos para volver a mi tarea, cuando sorpresivamente la tía que sale a mi encuentro y me dice:
“¡Vamos al patio para sacar las cosas del nacimiento!”, yo no atiné a nada; ella estaba casi sobre mi hombro apuntándome el camino hacia el ático, hacia allí me dirigía ahora y mi tía venía tras de mí.
Aquel depósito era accesible solo con una escalera de pintor y definitivamente la tía no iba a ser la primera en subir, puesto que ella no iba darme la menor posibilidad de quedarme abajo mirando sus piernas en la escalera; entonces ya me sentía descubierto, yo sería el primero en subir aquellos peldaños y ella notaria entonces que yo no llevaba ropa interior.
Empecé a trepar, ella se quedó abajo asegurándose que la ...