1. Noche de pasión en Lisboa (IX): Los libros sibilinos


    Fecha: 05/12/2017, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... lo que me han contado. Yo no sé más. Pero creo que ya llevan más de un mes con el asunto. Te lo digo para que estés informado.
    
    - Bueno, ya me informaré sobre ese pollo y sus intenciones. – Paulinha tiene su familia, pero extrañamente, me siento responsable de las mujeres de esta casa, que ahora es la mía, también.
    
    Desde que celebramos nuestra particular ceremonia de matrimonio, todo el tiempo que tenemos libre, lo dedicamos a estar juntos Amália y yo. Unas veces se desplaza ella a España, y otras vengo yo a Portugal. A Lisboa o a la quinta. Para mí la solución más cómoda pasa por venir a la finca, ya que me queda a menos horas de camino, y en realidad, me encuentro más a gusto aquí que en la ciudad. Y poco a poco he ido haciendo mío el dormitorio, de manera que ya no necesito preparar mucho equipaje, pues he ido dejando ropa en los roperos de la misma. Amália ha renunciado a uno de los cuerpos del armario y a varios cajones de la cómoda, y ya nos comportamos en todo como un matrimonio convencional.
    
    Esa noche, en nuestra cama, yo también me cobré un precio por la venganza. Amália tuvo que esperar mucho más de lo que quería por cada uno de sus deseos. Aunque pensándolo bien, creo que hice un pan como unas tortas, ya que en definitiva, cuando logró culminar sus orgasmos, fueron mucho más intensos que de costumbre. Pero bueno, yo salvé la honrilla haciéndola sufrir. Flaco consuelo.
    
    Por la mañana me visto con ropa cómoda, pero recia. Pantalones de loneta, camisa de ...
    ... franela, un jersey de pescador de lana gruesa, y en los pies unas botas de paracaidista de caña alta, muy usadas, pero bruñidas con brillo de parada. Tomo un chaquetón de corte militar, grueso, y bajo a tomar un café antes de salir. Estamos en otoño, hace frío, pero es temporada de setas, y entre los alcornoques tiene que haber boletus aeurus y le he prometido a Marta que le voy a preparar un risotto con setas, para que las pruebe por primera vez.
    
    En la cocina me hago con un cesto de mimbre, grande y con tapas, que Marta me ha conseguido, echándome al bolsillo la navaja que he estado afilando ayer por la tarde. Y salgo hacia el alcornocal. Mal se tendría que dar el día para no mediar el cesto y hacerme con setas suficientes para una comida.
    
    Aún faltan unos cincuenta metros para llegar al lindero del bosque cuando dejo de mirar al frente y bajo la vista al suelo, mirando por delante de donde voy pisando, comenzando la búsqueda. A mi izquierda el terreno se va elevando en una pequeña loma de unos cuatro metros de altura sobre el nivel de la llanura. Y entonces encuentro la primera seta. Me agacho para recolectarla y sin incorporarme, veo que a poca distancia tengo otra. Al llegarme a esta segunda, veo que siguiendo la loma van apareciendo más setas. Al llegar a la cumbre, tengo el cesto completamente lleno, y aún hay setas para llenar otro. Tengo producto para hacer cuatro platos diferentes para cuatro personas, y comienzo a pensar en qué recetas puedo preparar y hacer una ...
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