1. Memorias de la infancia: Don Flavio 1


    Fecha: 19/12/2017, Categorías: Gays Autor: dulcesitoconsal, Fuente: SexoSinTabues

    ... mayor. De doce años, más o menos, tenía unos pelillos incipientes brotándole en la ingle. Misma talla de verga, midiéndola como haciendo “una cuarta”, de punta del dedo pulgar a la punta del dedo medio, bien estirados… pero tenía la mano más grande. O y P estaban, comparativamente, más vergudos que M y N, pero el más grueso, fuerte y grande era el de P. Él guardaba para mí una botella de refresco, siempre. Me daba traguitos porque sabía que tendría sed despues de estar mamándosela a los demás. Se echaba chorritos de cocacola en la verga y se le hacía una espumita que sonaba y me dejaba lamerle hasta las bolas. P era distinto, la pubertad había llegado para él y la verga le palpitaba y se le ponía duro todo el cuerpo. Me apartaba de los demás y los dejaba jugando a merced de “O”. A mí me besaba y me acariciaba con su lengua, ponía mi manita en la suya y hacía un sube y baja ritmico en su miembro, su respiración cambiaba y me apretaba contra su estómago y se frotaba contra mi cuerpo. Yo me dejaba querer. No me lastimaba, y me gustaba el juego en el que todos nos saboreábamos. De pronto se detenía y me mandaba con M y N. Entonces le decía a “O” con voz de mando: ven. A “O” se le iluminaba la cara y de inmediato se hincaba, se ponía en posición de mamar verga y lo hacía a su modo, tragándose toda la pieza, con movimientos ensayados ya muchas veces. P cerraba los ojos y le soltaba chorros de esperma en la boca a su hermano. “O” se los bebía deliciosamente, goloso y contento. No ...
    ... sé cuantas veces jugamos ese juego, pero al pasar el tiempo P comenzó a distanciarse, ya no quería jugar conmigo ni con sus hermanos, es decir, simplemente creció y comenzó a tener otros intereses. Se convirtió en un primo grande, casi señor. M, N y O no tenían tanto liderazgo como su hermano mayor, así que los tiempos de jugar en el cuartito quedaron en el pasado. Un par de años después, me inscribieron en la escuela primara. Había cumplido seis años. Pasaba mucho tiempo en casa de mi tía. Después de todo, ahí estaban mis primos y en la calle los amigos de la infancia. Yo siempre fui de sangre ligera, entrón para lo que fuera y no me importaba si quedaba entre puros chamacos más grandes que yo. Algunas veces me hicieron bullying, pero me reponía con facilidad. No faltaba un fin de semana que no le pidiera a mamá que me dejara dormir en casa de los primos, pues eran pícaros y sabían contar historias de miedo que a mí me ponían los pelos de punta, pero me fascinaban. Sobre todo las que contaba “O”. Los tiempos de acariciarnos mutuamente habían pasado, al menos para ellos, como que ya no les llamaba la atención y su curiosidad ya había sido saciada. A mi no me pasaba igual. A mi la curiosidad se me volvió un legítimo juego que me gustaba poner en práctica siempre que podía. Una noche de fin de semana, me quedé a dormir con los primos. “O” se ofreció a compartir su cama conmigo, pues no había camas extra. Yo la pensé un poquito, porque “O” era –y sigue siendo- el más rudo, de ...
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