1. La reeducación de Areana (25)


    Fecha: 05/01/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... putita, sacame todo…
    
    -Sí, señora, lo que usted diga… -repitió la esclavita ya totalmente entregada a la dominación de la profesora, y fue quitándole una a una toda las prendas: la falda, la chaqueta, la blusa, el corpiño, la bombacha y por último el calzado, para lo cual debió arrodillarse. En esa posición preguntó con voz temblorosa y sin alzar la cabeza:
    
    -¿Puedo… puedo mirarla, profesora?...
    
    Sí, mirame, pero así como estás, arrodillada. –autorizó la Godínez, que a esa altura había abandonado toda pretensión de resistirse a los que creía designios de Satán para con ella.
    
    Areana levantó entonces muy lentamente la cabeza y su mirada comenzó a deslizarse por el cuerpo de la mujer, desde los pies y luego sus piernas, las anchas caderas, la concha sin depilar, la cintura asombrosamente estrecha para su edad, las tetas grandes, algo caídas pero muy apetecibles, de pezones oscuros y erectos como diminutos mástiles. La profesora se desconocía a si misma. Estaba encontrando, con una mezcla de inquietud y fascinación, a una Dora Godínez que se internaba en un territorio de luces y sombras que la atraían inevitablemente. Le resultaba imposible oponerse a ese embrujo que el Diablo desplegaba sobre ella mediante su enviada, la alumna Areana Kauffman. Estaba por hacer algo que jamás había hecho, y se lanzó de lleno a ese desafío.
    
    -Parate. –ordenó y la esclavita se puso de pie para encontrarse con los brazos de la profesora, que la ceñían apresándola por la cintura mientras ...
    ... sus tetitas se replegaban sobre si mismas ante la presión de esas otras tetas que se imponían por tamaño y empuje. Simultáneamente una rodilla le separaba los muslos y ascendía entre ellos abriendo el camino a ese muslo ajeno que pronto comenzó a refregarse contra su conchita empapada y ansiosa. La esclavita gemía y jadeaba cuando la boca de su violadora apresó la suya y una lengua prepotente le entró hasta la garganta, trenzándose en lucha con su propia lengua. Ya Areana era incapaz de sostenerse en pie y se entregó a la derrota de sus piernas arrastrando en su caída a la Godínez, que un segundo después, ya en el piso, estaba sobre ella, besándole el rostro, el cuello, las tetitas. Areana ardía transportada al paraíso del placer por esa boca y esas manos que la acariciaban a veces crispadas y de pronto laxas y nuevamente crispadas como garras. De pronto la profesora, con el rostro arrebatado y su concha vertiendo abundante flujo, se pegó a la alumna de costado, para disponer más cómodamente de ese cuerpo que la llevaba sin remedio a la perdición, al abandono de todas sus rígidas creencias morales. Su mano derecha se deslizaba lentamente desde el cuello de la niña hacia abajo. Se detuvo en las tetitas, las sobó un poco, jugó con los pezones y luego, mientras Areana jadeaba, suspiraba y gemía, hizo ir su mano hacia el ansiado objetivo al que llegó sin demora. Su inexperiencia la tornaba mucho más torpe que sutil. Metió sin delicadeza alguna primero el dedo índice y enseguida ...