1. Confusiones peligrosas


    Fecha: 10/01/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... ella supe lo que es una buena mamada.
    
    Después, solo adoptaba el rol del amigo consejero, al que le calentaban la pija con histerismos y boludeces.
    
    En efecto, dos noches después de la neuquina, Caro volvió a mi cuarto. Esta vez yo estaba acostado y en bóxer, con el tubo en mi oído izquierdo, acaramelado con la voz de una trans que me prometía chupármela como nadie, y con mi mano derecha endureciéndome la verga a pura paja.
    
    Esta vez no olvidé cerrar la puerta. Ella la abrió silenciosa, y realmente no sé cuánto tiempo estuvo observándome.
    
    De repente la oí decir:
    
    ¡Seguí chancho, quiero ver cómo te la hacés, y dejá el teléfono!
    
    Estaba confundido, perplejo, y más cuando me quitó el teléfono y agregó:
    
    ¡Así que te pajeás todos los días con esas putas?, tocate la pija, mostrame cómo te acabás encima!
    
    Pero lo peor fue cuando envolvió mi pene en su mano y me lo apretó durante unos segundos. La eché sin pensarlo entre insultos y desconciertos, y, a pesar del cachetazo que me aplicó le dejé en claro que es una desubicada, trastornada, irrespetuosa, y no sé qué más.
    
    Se fue enseguida, y en medio de la confusión me encremé hasta la panza apenas me toqué la poronga. Estaba desorientado, pero seguro de que ya nada de esto volvería a repetirse.
    
    Sin embargo, a los 5 días de tamaños episodios, en la sobre mesa de la cena me tocó el bulto por abajo del mantel. Yo no sabía si mis padres aún permanecían ahí. Además, ambos son mayores y tienen serios problemas de salud, ...
    ... por lo que enterarse de algo por mínimo que fuere, desencadenaría sin dudas un caos.
    
    Le saqué la mano, pero ella insistía y me la apretujaba para sentir mi inevitable erección.
    
    Apenas me levanté para ir a mi pieza me arrinconó contra una pared y me manoseó a su antojo, neutralizando mis movimientos con una fuerza desconocida. No decía nada, solo: ¡callate pendejito!
    
    Me pajeó sobre la ropa hasta que me acabé encima y me fregaba sus gomas en la cara.
    
    Ella no lo supo. Me dejó ir cuando el papi gritó desde la cocina para que apaguemos el tele que aturdía con un partido del año del pedo.
    
    Me di una ducha pensando que todo al fin había terminado. Sabía que Caro estaba con tratamiento psiquiátrico, que tomaba pastillas y que sus emociones eran trenes descarrilando en su mente. Además de su crisis de pareja, tenía problemas laborales, teníamos a la vieja con un cuadro de depresión por perder una pierna a causa de la diabetes, y no podía quedar embarazada. Caro no era la chica risueña, futbolera y dulce que conocía.
    
    Pero aquella noche ella entró a mi cuarto otra vez junto a la madrugada, me bajó el bóxer y sentenció:
    
    ¡pajeate pendejito, ya!
    
    Salí exaltado de la cama y le pedí que se vaya. Ella me correteó por la pieza bloqueando con su cuerpo la puerta de salida, me pegaba con ira y, ni bien me tiró con todo sobre un mueble tomó mi pija en sus manos para pajearme. Esas manos eran como tenazas calientes y mi equilibrio conspiraba con mi sangre para que mi sexo no ...