Brindemos socio (2)
Fecha: 18/01/2018,
Categorías:
Intercambios
Autor: marianella, Fuente: RelatosEróticos
... pero tenia ganas, muchas ganas…… ahhhh, ahhhhh.
- Y te vamos a coger, mamita, te vamos a coger.
- Los dos?
- Para eso estamos. Pero cállate, que queremos disfrutarlo.
Ya para eso, estaba Mario, con su pijote, listo, apuntando la abierta concha de la rubia ex secretaria, mujer de su amigo socio, la tomó desde debajo de la cintura con las manos, hizo palanca para ir metiéndosela suave pero sin pausa.
Ella puso cara de asombro, enojo, pero predomino su rostro de placer, al sentir aquella pijota que le entraba hasta su deseosa cueva de placeres. Y mientras su marido le acercaba la polla a la cara, ella se movía al ritmo que le imponía su nuevo macho.
Ella se soltó de las ataduras, acaricio a su marido y luego a su sucio.
Este, se contuvo un momento para prolongar su erección en peligro.
Ella se fue sentando, para arrimarse a besarle el pene, y sentir que mas que pene era una pija enorme que se podía chupar degeneradamente. Así lo hizo, con un par de lenguetazos.
Esa posición fue aprovechada por Alberto, que la embistió de atrás, haciéndola sacudir de nuevo. Ella era delgada pero sabia hacerse grande en la cama. Pronto fue adelantándose con las embestidas de Alberto, hasta quedar con su pubis arriba de la pijota de Mario. Se saco la de Alberto y se ...
... metió la del socio. Así, sin mas, lo miro a su marido para que entendiera que debía hacer el papel del consolador trasero. El sin mas, le hizo el rabito, mientas ella gritaba la locura de su calentura a los cuatro vientos.
Acabada escandalosamente, pedía que no pararan de someterla a lo que ella sentía, era el mejor momento sexual que hubiera quizás soñado.
Si lo hubiera imaginado, se los hubiera pedido hace años…… cachorritos divinos.
Alberto quedo fulminado, se paro para ir a la ducha, no si antes, pedirle a su socio, que ocupara el orificio trasero de su mujercita, que estaba abierto y podía llevarse ese rico premio extra.
Ella de un solo movimiento, se puso hacia el otro lado, como para que Mario la montara como perrita. Quiso ella experimentar también aquello. El socio la cabalgo por atrás, y fue preciso, le lamió la espalda, recorrió infinitamente la hermosura de sus pechos, llenándose las manos firmemente, y finalmente llenándole la colita de esperma caliente.
Cuando se fue el socio, Alberto, debió recurrir igual a un consolador para saciar las emociones de su mujer. Increíblemente, esta estaba sobrepasada de calentura.
El le prometía, una y otra vez, que lo de esa tarde se repetiría.
Ella entre goce y mas goce, solo decía, que así sea, que así sea.