1. Padre e hija: noche de sexo oral y condones.


    Fecha: 22/01/2018, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    En aquel entonces, mi hija acababa de cumplir los once años, y yo le había hecho una fiesta tranquila con algunas de sus amiguitas más cercanas de la escuela. Les compré un pastel y también dulces para que pudieran disfrutar todas juntas de una cálida noche. Ser padre soltero tiene sus desventajas cuando cuidar de una hija se trata. La mamá de Verónica había muerto cuando ella tenía sólo cinco años, por lo que no la recordaba bien. Desde eso, yo me había hecho cargo de su educación y trataba de mantenerla feliz en todos los aspectos de su vida. Me costaba decirle que no a lo que me pedía y era muy sobreprotector con ella. —¿Te divertiste en la fiesta? —le pregunté en cuanto sus amigas se fueron después de haber sido recogidas por sus mamás. —Sí, aunque… me hubiese gustado que se quedaran a dormir. No me gusta estar sola en mi cumpleaños. —Anda, ve a bañarte —le dije, evitando el tema de que le hacía falta una mamá. Verónica se fue a duchar mientras yo recogía todo lo que habían hecho las niñas en el cuarto de mi hija. Trapeé el piso manchado de pastel y puse los platos desechables en una bolsa de basura. Al barrer, noté que había una mochila en el piso. Le pertenecía a Adriana, una de las amigas de mi hija y la más grande de todas. Era una chica que tenía ya unos trece años y estaba tan bien formada, que he de decir, me excitaba siempre que la veía. Trataba de ignorar esos pensamientos, por supuesto. Sólo por curiosidad, abrí el bulto. Lo que encontré en su interior me puso ...
    ... la carne de gallina. Se trataba de una revista pornográfica. Una muy guarra al parecer. Me senté en la cama para ojearla, incrédulo al pensar que las niñas estuvieran viendo esto mientras estaban encerradas. Claramente eran fotografías de muchachas chupando penes o siendo cogidas por varios hombres. Tragué saliva mientras las miraba y pensé en que este era el motivo por el que yo escuchaba tantas risitas provenir del cuarto. Volví a meter la revista cuando oí que Verónica salía del baño. Alarmado, dejé caer la mochila y me levanté en cuanto ella entró. Estaba envuelta en una toalla pequeña que le cubría la mitad de las piernas blancas y dejaba sus hombros desnudos. Se le ajustaba muy bien a su cuerpo pequeño. —¿Qué haces? —me preguntó con inocencia, sentándose frente a su tocador con espejo. Empezó a cepillarse el pelo. —Bueno, nada. Sólo limpiaba, amor. Te tengo un regalo. Me acerqué a ella y le toqué los suaves hombros. Eran tan diminutos que toda mi mano los cubría. Entonces, saqué de mi bolsillo un collar de plata. Sus ojitos se iluminaron en el reflejo del tocador mientras yo se lo colocaba alrededor de fino cuello surcado de pecas. Sus ojos azules eran tan lindos como la gema que pendía del collar. —¡Gracias, papi! —Es hermosa, como tú —le di un beso en la garganta y la abracé con mucha fuerza. Era mi princesa y esperaba tenerla a mi lado por mucho tiempo. Además, era idéntica a mi esposa cuando ésta tenía la misma edad y estaba viva. Ella me dio un besito en la punta de ...
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