1. Padre e hija: noche de sexo oral y condones.


    Fecha: 22/01/2018, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    ... hablar—. La mujer siente placer al recibir el pene de un hombre en la boca. El hombre… también lo disfruta. —Pensé que… bueno… —se pegó más a mí, hasta que su hombro tocó mi brazo. Fue electricidad—. La señorita Fernández dijo que el sexo sólo es para tener hijos y no debe hacerse para… sentir placer. Suspiré con decepción. La maestra Fernández provenía de una escuela católica, y siempre andaba de aquí para allá. En especial contra Verónica. Usualmente mi hija llevaba la faldita más corta de todas, y le causaba problemas con la autoridad. —Esta maestra… no debe haber tenido nunca un pene en la boca. La nena rio, y más animada aun, dio vuelta a la página. —¿Y eso? —Sexo anal. Me acomodé en la almohada de su cama. Era de tamaño matrimonial, y le había pertenecido a mi esposa. Cuando murió, Verónica decidió quedarse allí. Ella se acomodó debajo de mi brazo. Su contacto, ambos envueltos con sendas toallas y desnudos debajo de estás, me hizo suspirar en más de una ocasión. —Pensé que el ano era para… —No —le interrumpí antes de terminar—. Hombres y mujeres disfrutan siendo… penetrados. —¿Duele? ¿Yo lo haré algún día? Una pregunta tras otra. Sonreí y le besé la mejilla. —Claro, amor. Serás penetrada un día de estos. Te gustará. A mamá le gustaba. —¿Tú la penetrabas… por aquí? —señaló la entrada rectal de aquella modelo. Yo asentí, apenado—. ¿Le gustaba? —Sí. —¿Cuándo podré hacerlo yo? ¿Quién será? —Hey, tranquila —le acaricié un brazo—. Todo a su tiempo. Primero tienes que ...
    ... aprender a moverte bien. Después, encontrar un hombre que te guste y hacerlo todo el día si quieres. En su momento te daré permiso para salir, siempre y cuando lleves condones. —Condones —reflexionó—. La maestra dijo que no eran buenos. —Eso es porque ella no sabe ni siquiera como ponerlos. —No nos quiso mostrar. Y en ese momento, como si alguna clase de perversión se apoderara de mi mente, sentí el imperioso deseo de mostrarle a Verónica algunas cosas que, más adelante, me permitirían tener mejor comunicación con ella. Le dije que esperara. Fui a mi cuarto. Agarré un par de condones y regresé con ella. Volvió a acomodarse debajo de mi brazo —Anda, ábrelo. Ella lo abrió con los dientes. Le dije que no debía, pero estaba aprendiendo. En el momento que ella sacó el preservativo y sintió el lubricante, su sonrisa se ensanchó. Mi pene, entonces, reaccionó haciendo presión contra la toalla hasta levantarse por encima de esta. Verónica siguió jugando con el condón, desdoblándolo y luego, probando el lubricante con la lengua. —Sabe a… naranja. —Es con sabor. Cuando la mujer chupe, sentirá más rico todavía. —Esto ¿cubre tu pene? —Sí —y he aquí donde llegué al límite de lo aceptable. La desdeñosa cumbre que nadie debería de atreverse a romper, donde los más grandes desafíos a la moral se encuentran—. ¿Quieres aprender a poner uno? —Sí —respondió, después de unos segundos. La miré a los ojos. Casi sentí ganas de llorar al ver en ella la viva imagen de Alejandra. Mi esposa. —No le puedes decir ...
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