1. Historia del Chip 014 - Postura altiva - Irma 003


    Fecha: 30/01/2018, Categorías: Confesiones Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    Los días posteriores Irma estuvo esperando a Galatea durante la hora reglamentada. No se presentó. La vergüenza era lo peor. Y el dolor en brazos, hombros y espalda. No se atrevía a moverse hasta que sonaba la alarma del móvil. Al tercer día, con el desespero en el cuerpo, los dedos llegaron a los pezones. Una vez más, movió las manos. Fue casi imperceptible pero oyó la voz de su ama.
    
    —Has fallado, Irma. No estás lo suficientemente atenta.
    
    Galatea no dejó de sobar los pezones y comprobar la firmeza de los pechos. Irma se lamentó por su falta. Iba a ser casi imposible evitarlo. Sus pezones eran demasiado sensibles. Daphne escuchó a Galatea suspirar.
    
    —En fin, qué le vamos a hacer. Falta mucho entrenamiento. Abandona la posición. Vamos de compras.
    
    Ella misma rebuscó entre los cojines y buscó el top de su indisciplinada compañera de juegos. Salieron al jardín y Galatea rozó un pezón a través del top. Irma no retiró el pecho y no hizo nada para estimular el contacto. Se sentía demasiado al descubierto en el jardín. Galatea la puso firme al instante.
    
    —Fuera la blusa y adopta la posición. Te he tocado un pecho y ésa es suficiente señal.
    
    Con torpeza, Irma realizó todos los movimientos y como no sabía qué hacer con su parte de arriba, la sujetó con sus manos detrás de la nuca. Galatea jugó con los pechos un instante antes de indicarle a Irma su descontento.
    
    —No hay armonía, ni ganas, en tus gestos.
    
    Pegó otro suspiro y dio un chasquido. Irma abrió los ojos y ...
    ... recordó dónde estaba. Los pezones se endurecieron todavía más por la excitación. Se puso la blusa como pudo. No habían andado dos pasos cuando Galatea volvió a rozar ligeramente un pezón sobresalido de Irma. Esta vez no hubo tardanza, los pechos desnudos y exaltados estaban en perfecta formación con rapidez. Los brazos en la adecuada posición y las manos de Galatea comprobando que las redondeces de su amante no se habían modificado desde hacía unos minutos.
    
    —¿Te gusta esperarme en nuestro rincón cada día? — preguntó la ama.
    
    —Sí, Galatea. Es muy excitante. Pero muy cansado. Y, como me tocas de sopetón, no soy capaz de evitar la reacción— admitió Irma, pero a la vez intentando de que no pareciese una disculpa.
    
    —Es por tu bien y por el de tus pechos. Mira cómo se va a reforzar su musculatura. Y lo atractiva de tu postura. Sin olvidar la edad. Se van a hacer más grandes. Quiero verlos siempre bien arriba en tu cuerpo. Pero me gusta que seas tímida.
    
    Galatea no dejaba de recorrer la piel siempre fina de los senos y de apremiar a las puntas duras.
    
    —Me siento humillada. Tratada como un objeto— confesó Irma. Al no estar entre la protección de las paredes, su confianza se había derrumbado.
    
    —Es parte de tu formación. Vamos a ver cuánto aguantas. No quiero que bajes los brazos salvo que escuches el chasquido. No importa si oyes una voz o sientes que alguien más nos está observando. Quiero que tu atención se centre primordialmente en tus pechos y particularmente en los ...
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