Manuela (05)
Fecha: 05/02/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Tengo hambre y sueño. Veo el anuncio de un buen hotel en Medinaceli y hacia allá me dirijo. Aparco junto a la puerta, me inscribo en recepción y mientras suben mis cosas voy a la cafetería. Está practicamente a oscuras y el dormido camarero me pone un gintonic mientras busca quien prepare algo de cena. Me encamino hacia una mesa junto a los ventanales cuando oigo: "chist, oye, ¿no eres tu Luis, el que quería ser periodista?". "¿No me reconoces?, soy Consuelo".
"Pero ... Consuelo, ¿qué haces aquí?. Qué sorpresa, ¿te hacía en Australia, no?".
Dos amistosos besos, un breve abrazo y la alegría de reconocer a una gran amiga de los primeros años de universidad. "Qué guapo te veo, cuéntame todo sobre los últimos años, seguro que es más interesante que lo que yo pueda decirte".
Ante sendos platos combinados más o menos comestibles, unas copas y después de informar a Consuelo de mis aventuras y desventuras de diez o quince años, me fijo con detenimiento en ella. Durante algún tiempo pensé que era el amor de mi vida (sólo fué platónico, eso sí) y cuando repentinamente se casó y marchó a vivir a Australia a una gran explotación ganadera, lo pasé mal durante algunas semanas.
Nunca había resultado especialmente guapa, a pesar de sus cabellos rubios naturales, siempre muy cortos y de un par de tetas espectaculares (la broma entre los conocidos era: "no es Consuelo, es Contetas"). Con el paso de los años había conseguido una cara con profusión de pequeñas arrugas que la hacían ...
... más atractiva y seguía con el pelo muy corto y, desde luego, con un mostrador llamativo. Me gustó, la verdad sea dicha.
"¿Y tu vida australiana?, ¿qué ha sido de ti?". Tantos años sin saber nada y vamos a encontrarnos aquí y a estas horas".
"Verte entrar a la cafetería ha sido un favor del destino. Estoy aquí porque llueve, no tengo un duro, no puedo coger una habitación ni pagar la cena y el último camionero que me cogió en autoestop se puso demasiado bruto metiéndome mano. Llevo meses dando tumbos por España, desde que huí de Australia y de mi ex-marido; me temo que he tocado fondo".
Continuó con una historia deprimente de desacuerdos, desamores, discusiones, un marido brutal y una vida nada atractiva en una tierra extraña y dura. El camarero había desaparecido hacía mucho tiempo así que, tras pedir una habitación doble, nos decidimos a seguir hablando en ella y a hurgar en el minibar. Con las primeras luces del nuevo día y el exceso de copas y palabras, nos dormimos uno junto al otro, casi sin desvestirnos, en una gran cama de matrimonio.
Son las cuatro de la tarde según mi reloj. ¡Qué bien he dormido!. Consuelo está también despertándose, se estira y me saluda: "es la primera vez en mucho tiempo que duermo tranquila. Gracias". Con total naturalidad me da un suave beso en los labios que provoca en mí una especie de descarga eléctrica y cuando, tras observarme con expresión divertida, de nuevo me besa (ya con menos naturalidad) la descarga es ya un cortocircuito ...