1. No soy gay pero me culearon entre cuatro


    Fecha: 22/02/2018, Categorías: Gays Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    No soy gay y nunca lo he sido, pero tiempo atrás, cuando era yo un chico de 18 años recién cumplidos, empecé a sufrir el asedio de cierta clase de hombres, sátiros madurones y vejestorios que por la calle me comían con los ojos, me decían obscenidades al pasar y hasta me manoseaban y me refregaban el bulto en los colectivos (buses) y en el subte (metro). Semejante hostigamiento me hacía sentir como una codiciada presa escapando en un bosque lleno de cazadores y tenía miedo de que terminaran por atraparme.
    
    Yo era un lindo chico de cabello rubio, sedoso y lacio, con un mechón rebelde que me caía sobre la frente: ojos verdes, delgadito, pero, para mi desgracia, con un buen culo y lindas piernas.
    
    Papá y mamá habían muerto en un accidente automovilístico un año antes y un juez me puso en ese momento a cargo de una tía llamada Olga, hermanastra de papá, mujer cincuentona de carácter agrio que no me tenía ningún cariño. Por lo contrario, me trataba bastante mal y se aprovechaba de mí obligándome a hacer tareas domésticas mientras ella dormía la siesta o miraba televisión. Una de esas tareas eran los mandados (la compra), para los cuales a veces debía ir al almacén de don Manuel y pasar ante un tal don Cosme, un viejo que solía sentarse en la puerta de su casa y que invariablemente me decía cosas tales como “adiós, precioso”, “estás cada vez más lindo”, o “¡ese culito que tenés!” … Yo apuraba el paso mientras mi corazón apresuraba el ritmo de sus latidos y la vergüenza me ...
    ... encendía las mejillas. “¡Viejo degenerado!”, pensaba y una tarde se lo grité después de que él repitiera una de sus repugnantes lisonjas.
    
    Me respondió con una carcajada hiriente y para colmo, en la esquina, vi a un grupo de muchachitos de mi edad conocidos en el barrio por alborotadores y pendencieros. Los apodaban Tachero, Pipi y El Cabezón. Estuve a punto de volver sobre mis pasos, pero el orgullo me lo impidió y pude llegar sin inconvenientes al almacén. Compré lo ordenado por tía Olga y por suerte cuando volví ya esos pendencieros no estaban en la esquina, aunque al pasar ante don Cosme debí soportarlo diciéndome barbaridades otra vez.
    
    Ya en casa tía Olga me ordenó que acomodara la compra donde correspondía y que me pusiera a hacer la tarea del colegio.
    
    -Y después me barrés las habitaciones y el patio. –agregó como si yo fuera su sirvienta o algo así. Nuevamente sentí deseos de rebelarme a su maltrato tiránico, pero mi timidez y mi debilidad de carácter volvieron a impedírmelo como tantas otras veces. Hice la tarea del colegio y cuando terminé fui en busca de la escoba y la pala y me puse a barrer mientras ella seguía dedicada a su pasatiempo favorito: ver televisión.
    
    Más tarde debí, como siempre, ayudarla a preparar la cena y mientras comíamos le pregunté si podía darme plata para comprarme un jean, porque el que tenía ya estaba muy gastado y a punto de rasgarse en varias partes.
    
    Aceptó secamente y quedamos en que al otro día podría yo comprarse ese jean, ...
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