De la piscina al cielo
Fecha: 02/03/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Estoy de vacaciones en la playa con unos compañeros del trabajo. Hemos decidido ir a pasar unos días de descanso, aunque poco tienen de descanso, porque a lo único que nos dedicamos es a pasar todas las noches de jarana y todas las mañanas en la cama sufriendo las habituales resacas.
Como cada día nos levantamos sobre las tres del mediodía para comer, como auténticos zombis eso sí, y como cada día después de comer nos tiramos de nuevo en la cama hasta que el cuerpo vuelva a pedirnos marcha.
Pero un día de estos es diferente porque yo no soy de mucho dormir, y después de comer me apetece bajarme a la piscina donde un baño puede arreglarme el cuerpo, para luego en la misma piscina ponerme a leer el periódico o alguna revista. Así que eso mismo es lo que hago: según termino de comer me pongo el bañador, me cojo el periódico y después de oír como todos mis amigos me ponen de loco para arriba, me bajo a la piscina.
Por supuesto a estas horas de la tarde no hay nadie en el recinto de la piscina, salvo yo, mi periódico y mi terrible resaca. Como había dicho lo primero que hago es bañarme durante un rato, y de forma casi milagrosa todo ese malestar que me invadía desaparece por completo. Después de secarme bajo los rayos del sol, me tumbo en el césped y me dispongo a leer. Mientras lo hago percibo como si alguien me estuviera observando, pero no puede ser porque allí sólo estoy yo, y casi sin querer me doy cuenta de que en una de las terrazas del edificio hay una chica que ...
... me mira de forma constante, ni siquiera retira la mirada aún sabiendo que yo veo como me observa. Me siento algo confuso e intrigado al mismo tiempo, y quizá también "contento" porque haya una chica que no para de mirarme, como si quisiera algo de mi. Nosotros los chicos tenemos grabada en el coco la estúpida idea de que cuando una chica, por lo que sea, te mira más de lo normal es que quiere rollo contigo fijo, y eso nos hace sentirnos "deseados".
Pasan algunos minutos en los que yo he dejado de mirarla por temor a que se sienta incómoda y dejé de hacerlo, aunque albergo la esperanza de que siga ahí. Me decido nuevamente a mirar y... ¡sigue ahí! quieta mirándome. Ahora sí que estoy convencido de que quiere algo, y pienso en hacerle alguna señal para que baje y hable conmigo, pero sin tiempo siquiera para pensármelo dos veces ella misma es la que me hace un gesto con la mano diciéndome que espere que ahora baja, que no me vaya... ¡a dónde! pienso yo... y desaparece al interior de su casa. Por primera vez sé cómo me siento: excitado, tanto que casi comienza una leve erección de mi pene. No me empalmo del todo porque en mi interior creo que me está tomando el pelo y que en verdad no va a bajar, pero cual es mi sorpresa cuando al momento aparece por la puerta del recinto y me hace un leve gesto de saludo, pero se queda al otro lado de la piscina. Se limita a deshacerse de la toalla que traía consigo y de la camiseta que escondía su bikini, su "diminuto" bikini, y directamente ...