Trágica historia de sexo
Fecha: 04/03/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... Jugábamos a las figuritas en el recreo, volvíamos juntos a nuestras casas, hablábamos de los dibujitos animados que más nos gustaban. Eso duró un par de semanas. Me caía bien, y descubrí que no era tan tonto como todos creían, simplemente tenía otra manera de ver las cosas. La pasaba bien con él, y creo que fue el primer amigo incondicional que tuve.
Pero luego lo traicioné.
Como si Huguito tuviese una enfermedad contagiosa, las bromas pesadas hacía él, empezaron a salpicarme a mí. Más de una vez me encontré tirado en el piso, en medio del salón, después de que Germán corriera hacía atrás mi silla. Y Mauro y Gonzalo también me jodían tirándome papeles desde atrás o pegándome esos odiosos tingazos en la oreja.
Pero yo no quería ser el marginado, no podría soportarlo. Y como era un cobarde, en vez de enfrentarme a los abusadores, me uní a ellos.
“Vamos a jugar a las figuritas” me invitó Huguito, con los mocos cayéndole de la nariz. “Andá a jugar solo, oloroso” le dije yo, bien fuerte, para que toda el aula oyera. Él me miró con asombro, y se fue de salón con el montón de figuritas en su mano.
Pero eso no era suficiente. Así que cuando terminaba el recreo, y él se disponía a sentarse a mi lado, corrí su silla y el pobre infeliz cayó de culo. El aula estalló en carcajadas. La expresión de Huguito era las más triste que jamás haya visto. Aun así, lo dejé ahí tirado, y me fui a sentarme con Germán y los demás.
….
Unos años después fallecieron sus padres. Él ...
... fue a la escuela por unas semanas. Yo quería darle mi pésame, y se me ocurrió que quizá podíamos volver a ser amigos, pero tenía sólo doce años, y esas cosas no se me daban bien. De un día para otro, dejó de ir al colegio, y desapareció de mi vida para siempre. O al menos eso creí durante un tiempo.
Pasaron casi dos décadas, y sólo lo recordaba, cada tanto, como un sueño difuso. Cada vez que lo rememoraba, me sentía mal porque me recordaba todo lo malo que había en mí.
Con Germán, Mauro y Gonzalo nos juntábamos cada tanto. No es que fuéramos grandes amigos, pero nos gustaba tomar unas birras y hablar de los viejos tiempos.
De Huguito casi no hablábamos, pareciera que para los otros no era más que un fantasma que compartió nuestra aula por unos años. Además, la etapa más importante para los cuatro era la adolescencia, y era sobre esa época que charlábamos largas horas.
Éramos todos hombres maduros. Y salvo yo, todos tenían esposas e hijos. Los niños que una vez fuimos desaparecieron casi por completo. Quizá Germán era la excepción, porque conservaba ese placer de hacer sentir de menos a los demás, aunque en mucha menor medida, (o sería acaso que sabía disimularlo mejor).
Unos meses antes del suicidio de Huguito, Germán y los otros me lo trajeron a la cabeza, cuando, en una de nuestras juntadas, donde estábamos jugando al truco, lo mencionaron: resulta que a Huguito no le fue mal en la vida, después de todo. Había montado una empresa de software cuando acá en la ...