1. Una historia con mi madre


    Fecha: 04/03/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... en largos besos de lengua, húmedos, jadeantes.
    
    Yo estaba a punto de acabar en mis pantalones, pero por suerte la música terminó, y en silencio, agitados, regresamos a nuestro sitio en el reservado; sentados muy juntos, nos miramos, y envalentonado por su hermosura, la noche y el deseo que me invadía, rodee sus hombros con un brazo y la atraje hacia mí. Cerró los ojos cuando mi boca buscó la suya, y con un largo suspiro se abandonó. Mi otra mano se posó sobre su vientre, sobre la corta falda, y cuando hurgué entre sus muslos, mamá los separó y pude alcanzarle el sexo que estaba empapado; de allí, temeroso de que se molestara, subí en mi caricia, y le abarqué una teta, ahora por debajo de la blusa.
    
    -.¡Hijito, por favor, no sigas...! ¡Por favor querido...!
    
    Sentí su angustia, y obedecí; no podíamos separar nuestras bocas, y ya casi no podíamos respirar bien, cuando mi mano se posó en su pequeño pie, calzado con unas preciosas sandalias blancas de tirillas, tipo pulsera, y comencé largas caricias, ella suspiraba, sentía sus estremecimientos, jadeaba de deseo mal contenido, y poco a poco volvía a ascender, llegué con mi mano a la tersura de sus muslos, y nuevamente alcancé su vulva, y la acaricie, sin atreverme a llegar más lejos, aunque estaba loco por meterle los dedos.
    
    Esa noche, al acostarnos, ella vestía un camisón muy sensual, y le dije que yo dormiría en el sofá de la habitación.
    
    -.¡No seas tonto... dormiremos juntos...! ¿Acaso no soy tu madre?
    
    Entre ...
    ... nosotros no puede haber nada malo.
    
    -.¿Y si lo hubiese? -mi pregunta se escapó y la vi sonrojarse:
    
    -.Entonces no te permitiría dormir conmigo... pero no hay cuidado...
    
    De lo cual yo no estaba muy seguro.
    
    Calculen lo que pasaba por mi mente: yo era joven y ardiente, tenía a mi disposición casi, a una mujer sumamente bella, muy sensual y cariñosa, y durante la mañana la había besado apasionadamente y manoseado sus pechos; durante el baile, no había sido mi madre, sino una ardiente compañera; en ese momento de acostarnos, mi pene era una madera de duro y grande; ella se pegó contra mi cuerpo, y me atreví a pasar un brazo debajo de su cabeza, sin oposición, y de común acuerdo, nos acercamos el uno al otro acostados de lado; fue una especie de acuerdo tácito, cuando nuestras bocas se encontraron, y durante largos minutos, nuestras lenguas se buscaron jadeantes, se enroscaban una contra la otra, lamía sus encías y mi pene se acomodó a lo largo de su vientre; ella suspiraba entre jadeos, pero no sucedió nada más, excepto que yo tuve un orgasmo y le empapé el camisón.
    
    Al día siguiente, durante el desayuno, nos mirábamos como amantes, enamorados y cariñosos. Tomó su mano por encima de la mesa, que me entregó, y nuestros dedos se entrelazaron, mientras ella se ruborizaba una y otra vez.
    
    Después, durante el baño en el mar, se repitió lo del día anterior, pero esta vez, dejé uno de sus senos libres, y bajé la mano hasta su vulva, y con un estremecimiento, su lengua enredada en ...