1. Recordando al primer amor (Capítulo 30)


    Fecha: 04/03/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Febarsal, Fuente: CuentoRelatos

    ... tenido tanto miedo.
    
    No es miedo cariño, son los nervios que me hacen tartamudear, pero estoy deseando contigo estar. Mira como me pongo sólo en ello pensar.
    
    Cristina miró hacia mi bragueta, creyendo que a lo que refería en el cómo me pongo,"era lo que hay debajo del mondongo".
    
    -No cariño, a eso no me refiero, me refiero a mis ojos. Que cuando me entran los nervios ante situaciones que no controlo, me aturullo y me descontrolo, y no doy pie con bolo y me extrapolo. ¡Jo chica! en ciertos protocolos me virolo.
    
    -¡Jolín Amador! Ni que fueras un pipiolo.
    
    -Lo que me has dejado anonadado es con tu desenvoltura. ¡Qué cara más dura! Has estado tan tranquila y segura, que cualquiera diría que dominas esta asignatura.
    
    -¡Qué insinúas, criatura..!
    
    -No te mosquees mujer. Me refiero a tu tesitura, has brillado a gran altura. ¡Ojala! yo pudiera adoptar ante todas las situaciones esa postura.
    
    -Ya está la suerte echada.
    
    -Mañana por la tarde, te prometo, que todo que tengo te lo meto...
    
    -Menos retos Amador.
    
    -Me refería a que todo lo que tengo es la consecuencia de mi amor, porque tu eres mi razón, y es lo entrará todo en tu corazón.
    
    -Por cierto: ¿Y el tema de los profilácticos?
    
    -A los condones te refieres... ¿no? Qué lenguaje más poco sintáctico.
    
    -A veces hay que usar un lenguaje menos práctico y más extático y menos didáctico. No te das cuenta aquel fulano que nos observa con mirada de tísico.
    
    -Es verdad, ¿Le conoces de algo?
    
    -De nada. Pero igual es un metafísico.
    
    -O un astrofísico. Ve a saber.
    
    -Yo creo que es un músico que observa tu carita de sinfonía.
    
    -O un místico. No ves al verte la cara que ponía.
    
    Pero era un pobre paralítico, que sentado junto al pórtico de la cafetería, se dedicaba a mirar a toda la gente que entraba y salía; y a las guapas como Cristina con más porfía. Lo supimos al ver que al levantarse dos muletas cogían del rincón donde las tenía.
«12»