1. En casa de mi cuñado


    Fecha: 17/03/2018, Categorías: Masturbación Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... giró suavemente. De pronto, notó que la puerta cedió. Primero fue un centímetro, luego un trecho mayor, y sus ojos se abalanzaron al interior. Pudo ver la plenitud de Milena, que se agitaba en la cama, gozando y refregándose en las sábanas, completamente desnuda. A pesar de la tenue iluminación que brindaba la lámpara de la mesita de noche, pudo apreciar claramente el magnífico cuerpo de la joven, blanco y terso, como un brillante engarzado en las ropas del lecho. Su verga sintió el impacto de la visión, convirtiendo las gotas en un hilillo. Se mantuvo agazapado, aferrando ahora su pene con ambas manos, frotándolo sin pudor.
    
    Veía nítidamente la espesa mata de vello que cubría el juvenil monte de Venus de Milena. Y los dedos de la joven que entraban y salían de su sexo, empapados en jugo. En el silencio se oía el ruido característico de la penetración muy bien lubricada. Milena se agitaba, abría y cerraba sus preciosos muslos, oprimiendo su mano. Parecía que eran dos dedos, pero no, era casi la mano completa, que entraba en las tiernas carnes. La visión era sin duda excitante y el miembro de Ernesto quería saltar sobre la muchacha. Casi escapaba de sus manos.
    
    Milena estaba gozando de manera indescriptible. Su propia mano le concedía un orgasmo increíble y que no cesaba. Era un placer inacabable, brutal. En las penumbras, veía machos que le hacían el amor, y le lanzaban sus jugos, sentía como se venían sobre ella, y los acogía con pasión, quería abrir sus piernas para ...
    ... recibir todos esos miembros de una vez en su interior. Y su calor aumentaba, creía ver y sentir el olor del sexo, que inundaba su habitación, su mente estaba absorta en el goce, no había nada más en el mundo, su vagina abierta y un pene que le entraba hasta lo más profundo. Lo sentía tan real y vivo que le ardían sus entrañas, y gozaba. Esa noche era para ella, sentía que si había logrado un orgasmo tan rico, no lo dejaría terminar, lo prolongaría hasta donde fuera posible. El goce nuevamente fue creciendo y una nueva oleada la inundó, derramando otra vez sus ríos sobre las sábanas. Y siguió el juego de su mano, entrando y saliendo. Qué increíble sensación sentía al meter ahora sí, toda su mano en la vagina, como si fuera un pene gigante. ¡Qué ganas de tenerlo de verdad allí...! En las imágenes fueron desapareciendo una a una las pollas, hasta que quedó sólo una. Sí, lo sentía, era la de su cuñado. ¡Cómo no recordarlo, si su erección cuando lo vio penetrar a su hermana, la hizo desfallecer, y provocó su primera masturbación, a los 16 años! Era sin duda el pene de Ernesto, que le entraba como aquella noche a su hermana, y le gustaba. Guardaba en su mente, esas escenas, a las que se entregaba siempre, al final de sus pajas, rindiéndole tributo, por la iniciación en el autoplacer.
    
    Abrió sus piernas, como siempre lo hacía y cogiendo un pepino, discretamente guardado bajo su almohada, se lo introdujo lentamente, hasta el fondo. El fruto se hundió casi hasta desaparecer en la ...