En casa de mi cuñado
Fecha: 17/03/2018,
Categorías:
Masturbación
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... vagina. Milena se retorció, y acariciando sus pechos ahora con ambas manos, comenzó a frotar sus muslos, manteniendo el pepino incrustado en su sexo. La punta del vegetal tan pronto se asomaba entre los labios vaginales de Milena, como se volvía a hundir, gozoso en su cálida vaina. Las manos entrecruzadas de Ernesto, formaban un perfecto túnel, por el cual se deslizaba rítmicamente y sin obstáculos su pene, en una febril masturbación.
Sin duda, Milena estaba nuevamente pasando por un delicioso orgasmo, a juzgar por las verdaderas contorsiones que hacía su cuerpo, ahora dulce víctima de un pepino. Controlaba, cual experimentada hembra, cada uno de los músculos que rodeaban su túnel vaginal, oprimiendo y soltando el erótico fruto, que en su caliente imaginación era la verga de su cuñado que la penetraba salvajemente. En un momento su cuerpo se arqueó, se juntaron sus muslos, y el pepino salió volando empapado en los fluidos de la muchacha. Milena lanzó un quejido, mientras musitaba: No me la saques, no me la saques..., no... No quería que el goce se detuviera, ahora menos que nunca, que sentía tan cercana la oleada de un nuevo placer. Por fortuna, el pepino se levantó y volvió a entrar en su alojamiento, reanudando su labor..... Ernesto introdujo lentamente el fruto en la preciosa entrada, la que no opuso resistencia alguna. Milena, con los ojos cerrados, gimió: Así, amor, que rico...., más adentro, así... Mientras abría sus piernas, permitiendo que el vegetal, ahora ...
... animado, prosiguiera su faena. Ernesto podía ver ahora, en un primer plano excitante, la belleza de su cuñada, como nunca había imaginado o soñado. El sexo se distendía ante el embate frutal, y los jugos se escurrían por sus pliegues hacia abajo, mojando profusamente el agujerito anal de Milena, que brillaba como un hermoso punto de azabache en medio de su blanca piel. Una mano de Ernesto empujaba el pepino, mientras la otra seguía pegada a su propio fruto.
La joven recibía la dureza con frenesí, sentía que era un verdadero pene rígido, tan caliente como uno real, y que le brindaba la misma sensación de placer. Sintió como la verga se retiraba, casi hasta salir y en forma instantánea, como volvía a penetrarla. Se retiraba por completo y luego se le hundía, muy profunda, hasta donde nadie había llegado. Podía sentir, en cada embate, como iba aumentando la presión, como si la verga se hinchara, se engrosara, y le llegara aún más adentro. Podía sentir ahora, hasta la presión del cuerpo al que pertenecía la verga, como la empujaba, y la sacaba, y la volvía a meter. Su mente, en medio del inmenso placer que estaba experimentando, construía lo que faltaba para que el acto fuera completo, y podía sentir la carne caliente sobre su cuerpo, sobre su vientre, y las manos que alzaban sus piernas, y las caderas firmes en que ahora descansaban, y el movimiento ondulante que estremecía su cama. Hasta podía oír la respiración agitada que acompañaba sus propios quejidos. Y ya no sólo sus manos ...