Un golpe de suerte
Fecha: 22/03/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Me llamo Eduardo, soy argentino y vivo en una urbanización a las afueras de Madrid. Esa urbanización se la podría denominar como un crisol de razas, ya que hay chinos, gente de los países del este, negros, moros (así se les. dicen acá a los musulmanes), latinos. Pero son gente de trabajo, nadie se mete con nadie. Pegado a mi casa vive un matrimonio moro, son muy buenos vecinos, jamás se escucha un grito, no se sabe si hay alguien o no. Yo me llevo muy bien con ellos, de echo me han invitado mas de una vez a reuniones familiares que hacen en su casa. Fátima, que es como se llama mujer de mi vecino, siempre me invita cuando hace cus cus, que es una comida tradicional de ellos y a mi me encanta. Poco a poco, me fui ganando la confianza de mi vecino Tufic, el marido de Fátima. Él tiene 35 años y Fátima tiene 28 años. Yo soy mayor que ellos, ya que tengo 45. Faltando una semana para el Ramadán, vino Tufic y me dijo que se iba a ir de peregrinación, que si yo como su amigo, podía cuidar de su mujer, ya que ella no podía ir. Le dije que sí, que no se preocupe, me dio una llave de su casa, hablamos con Fátima y él se fue. Se iba por unos veinte dias más o menos. Yo siempre que iba a ver a Fátima le tocaba el timbre, «puedes entrar sin llamar, mi esposo te dio llaves de casa, así que ahora el hombre de la casa eres tú», me dijo, «pero si entro y te encuentro desnuda?», le dije, «yo no puedo estar desnuda en casa sin que esté mi esposo», me dijo. «Eduardo, quieres que mañana haga cus ...
... cus?», me dijo, «sí , que rico», le dije y salimos a hacer compras. La gente nos miraba en la calle, pensando que la mora era mi mujer. Cuando llegamos, ella se puso sus ojotas, ya que por costumbre, o estan descalzos o en pantuflas de interior. Me sirvió té echo como lo hacen en Marruecos y estaba paraba a mi lado, «sentate, vos no tomas té?», le dije, «no, la mujer debe atender primero al hombre», me dijo. Yo la hice sentar y le dije que yo no era su marido, que se relaje. «Y los hombres no atienden a sus mujeres?», le dije, ya que me sentía incomodo. «Bueno, poco», me dijo. Estábamos sentados en el sillón del salón de casa de ellos, le agarré una pierna y sacándole la media, le empecé a hacer masaje en el pié. Un pié pequeño, delicado, sin una sola dureza. Escuchaba sus suspiros a medida. que masajeaba sus dedos, sus pies. Subí el otro y le masajeaba los dos, Fátima se relajaba, estiraba los dedos, suspiraba. Vi que estaba con los ojos cerrados, suspirando, levanté uno de sus pies y lo puse en mi boca, viendo como Fátima abría sus ojos y su boca sintiendo mi lengua pasar entre sus dedos, «no, por favor no me hagas eso», me dijo moviendo los dedos de su pie en mi boca, gimiendo y moviendo su cabeza para los costados. «Que pasa, te excita esto?», le dije pasando mi lengua por la planta de su pié. «Haaaaa, sí, me hace sentir extraña», me dijo retorciendo su cuerpo. Yo empecé a pasar mi mano por su pierna. Fátima estaba con una camisa tradicional de su vestimenta y un pantalón, ...