PRIMEROS AUXILIOS
Fecha: 24/03/2018,
Categorías:
Sexo oral
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
Los dos enfermeros bajaron con decisión de la ambulancia, cerrando las puertas con un fuerte golpe casi sincronizado, y se dirigieron hacia el portal bajo las miradas curiosas de los viandantes.
–Esta vez déjame llevar la iniciativa –dijo Patricia resolutiva–. Ya estoy harta de ejercer de tu “ayudante”. Tenemos la misma titulación y estoy igualmente capacitada. No hace falta que me “protejas”, aunque seas tú el veterano. La mejor manera de que adquiera experiencia es con la práctica.
–Vale, vale –respondió Rafa a la defensiva–. Me parece bien. Nunca he dudado de tu capacitación.
Ella asintió y cruzó la primera el vano del portal bajo la mirada divertida de su compañero: era cierto que no dudaba de su capacidad y profesionalidad, aunque siempre trataba de motivarla mostrándose riguroso… y sí, quizás algo protector. Rafa radiografió su juvenil y atractiva figura de arriba abajo, cosa que hacía cada vez que tenía ocasión, siempre procurando que Patricia no se diera cuenta. Fijó la mirada en su espléndido culo, preguntándose por qué los pantalones del uniforme quedaban de forma tan diferente a hombres y mujeres. En el caso de Patricia la tela se adhería perfectamente a la redonda y respingona forma de sus glúteos, resaltando su gloriosa y prieta esfericidad; y adaptándose de igual manera a sus potentes caderas y sus firmes muslos, configurando un conjunto anatómico excepcional.
Aguzó la vista intentando adivinar qué ropa interior usaría la chica. ¿Braga o tanga? El ...
... ajustado pantalón no dejaba intuir costura alguna, por lo que el sanitario imaginó un mínimo y tenso triángulo de tela emergiendo en lo alto de las desnudas nalgas, unido a una fina goma que rodearía las caderas hasta converger por delante en otro triángulo apenas más grande, que escasamente ocultaría el pubis.
O quizás era una de esas bragas modernas sin costuras; una ligera y cómoda prenda sin florituras, de tela casi transparente adherida al cuerpo como una segunda piel, permitiendo intuir la araña de vello púbico que, como una rizada y obscena señal, atraería la vista hacia el jugoso coño oculto entre los muslos.
–¿Qué piso es?
La pregunta de Patricia sacó bruscamente a Rafa de sus ensoñaciones, quien buscó con cierta torpeza en su bolsillo el pósit donde llevaba apuntada la dirección.
–Eh… El tercero. Tercero… eh… derecha.
Patricia apretó el botón y las puertas del ascensor se cerraron con un sonido sordo y mecánico. Dentro del estrecho habitáculo Rafa se aproximó a ella disimuladamente, lo suficiente para intuir el calor de su cuerpo latiendo a unos centímetros. Exhaló disimuladamente el suave y fresco aroma de su perfume –apenas un par de gotas en el cuello, imaginó, y quizá otra más en la entrepierna–. Ya en el piso abandonaron el ascensor y se aproximaron a la puerta. Llamaron. “Está abierto”, oyeron una voz apagada desde el interior invitándoles a entrar. Patricia lanzó una fugaz mirada a su compañero como recordatorio de su conversación anterior, y ...