1. Incesto


    Fecha: 27/03/2018, Categorías: Transexuales Autor: Zaratustra, Fuente: CuentoRelatos

    ... ciñen sobre nosotros mientras un viento de tormenta nos ponen los pelos de punta a mi hermano y a mi. A partir de este momento Fernando y yo nos sabemos solos y desamparados. Sabemos que estamos en peligro pero no sabemos de qué, o peor aún, de quien. A lo lejos percibimos el sonido de una carreta que se acerca, lo sabemos por el lento contoneo de la campana que se balancea al paso del buey o del burro que la jala. Efectivamente, la carreta se asoma por entre la loma que bordea el estanque (antes ese estanque no estaba allí) y vemos al viejo que la conduce. Un anciano que podría tener cien años o más, incluso muchos más, incluso parecería que lleva conduciendo esa carreta por el desierto sin ningún rumbo por décadas o inclusive siglos. Pasa a nuestro lado sin ni siquiera voltearnos a ver. Yo le doy las buenas tardes de niña educada esperando que nos lleve con él y nos dé refugio de la tormenta que se avecina, pero nada, parece no escucharme. Fernando corre hacia la carreta intentando darle alcance pero es inútil, la carreta, aunque arriada por un guey es mucho más rápida que las ágiles de mi hermano-hermana. Fernando se queda llorando pataleando de rabia como si fuera un bebé. Yo sé que la carreta no era un hecho sino un sueño vago producido por la arena y las cactáceas.
    
    -Por qué no se detuvo- me pregunta Fernando.
    
    -El señor de la carreta ni siquiera pertenece a este mundo-, le contesto.
    
    -De qué hablas hermanita, de qué diablos estás hablando. Hablas como si fueras ...
    ... una condenada- me dice con inusitado rencor.
    
    -Encontremos refugio hermano- le digo cambiando de tema. Sé que no es pertinente discutir o buscar pelea. Al menos no en este momento. Quizás después si.
    
    Iniciamos el camino a través del desierto pero siempre aparecen cosas que evitan nuestro avance, cosas que nos distraen, pensamientos que nos absorben, temores que nos alientan. Ambos somos conscientes de que estamos ante un peligro de muerte y que necesitamos actuar en concordancia pero no podemos. Un par de horas más tarde y con la tormenta en ciernes tres mochileros se cruzan en nuestro camino. Dos chicos y una chica. Pasan frente a nosotros sin notar nuestra presencia. Son mayores que nosotros y sabemos que nos pueden ayudar pero estos siguen su camino rumbo al desierto profundo, allá donde la maleza verde oscura anuncia siniestras intenciones.
    
    -Al carajo, déjalos ir- le digo a Fernando. Es inútil, están caminando hacia su muerte y ni siquiera pueden oírnos.
    
    -Porqué hermanita, porqué nadie nos quiere ayudar? Ni el señor de la carreta ni estos mochileros quisieron siquiera oírme. Porque? Es que estamos apestados? Es que estamos muertos? Es que tengo mucho miedo- y se pone a llorar nuevamente como bebé.
    
    Su llanto me hace entrar en cólera, me hace cerrar los puños de rabia y me dan ganas de golpearlo, de patearlo, por mariquita. Es mi hermano mayor y está actuando como cabaretera cobarde. En otras circunstancias merecería la muerte, pero no ahorita. Ahorita lo tengo ...