1. Jennifer: Mi vida.


    Fecha: 02/04/2018, Categorías: Hardcore, Autor: lujuria69, Fuente: xHamster

    ... y la abracé. Me dijo que la habían echado tantos polvos que, al encontrarse en sus días fértiles, estaba casi segura de que la habían dejado preñada. Intenté consolarla y fue entonces cuándo me di cuenta de que Agata no estaba en el interior de la chabola. Salí casi a rastras al exterior y la vi inconsciente atada a un árbol llena de hematomas a cuenta de la paliza recibida y sangrando por la boca. Al acercarme pude observar que los muy cabrones habían sido tan sádicos con ella que la habían quemado los pelos púbicos lo que, sin duda, había sido lo más desagradable de todo. La desaté y me costó conseguir que recobrara la conciencia y que comenzara a recordar lo que había sucedido con lo que no tardó en vomitar y al verla, volví a sentir un montón de náuseas. Como la temperatura era bastante fresca, tras intentar aliviarla las quemaduras sufridas en el pubis con mi saliva, la arrastré poco a poco hasta el interior de la chabola donde nos pusimos las tres juntas con la intención de darnos mutuamente calor mientras Agata que, era un cúmulo de dolores sobre todo vaginales, no dejaba de quejarse. Al irnos recuperando empezamos a buscar nuestra ropa encontrándonos con la sorpresa de que nuestros agresores sexuales, además de haber hecho con nosotras todo lo que les había dado la gana, se habían llevado hasta nuestros bolsos y que, sin saber donde estábamos, no podíamos hacer otra cosa que no fuera esperar, totalmente desnudas, a que alguien acudiera en nuestra ayuda.Aparte de que ...
    ... las tres sufríamos unas “descargas” diarreicas de consideración que agudizaban aún más el escozor y las m*****ias anales que padecíamos y una importante incontinencia urinaria que nos hizo llegar a pensar que nos hubieran trasmitido alguna enfermedad venérea, al mediodía teníamos mucho frío, hambre y sed. Por la tarde llegamos a rezar pidiendo que alguien nos encontrara antes de que anocheciera puesto que cada vez la temperatura era más gélida y si teníamos que pasar la noche allí nos íbamos a congelar. Nuestra desmoralización había llegado al máximo cuándo empezó a anochecer. De repente, oímos el motor de un coche y salimos rápidamente al exterior para no tardar en encontrarnos con los progenitores de Virginia a los que uno de nuestros agresores había tenido la consideración de llamar para indicarles el lugar en el que podían encontrarnos. Aún nos quedaba el pasar la vergüenza de desplazarnos desde el coche hasta nuestras respectivas viviendas envueltas en una manta y el contar lo sucedido con todo lujo de detalles a la Policía después de que los padres de Agata y Virginia decidieran denunciarlos aunque en la Comisaría nos indicaron que la posibilidad de detenerles era remota ya que todo parecía indicar que se trataba de personas ajenas a la universidad que se dedicaban a actuar en este tipo de celebraciones eligiendo a sus victimas entre las jóvenes más novatas y que esas lagunas existentes en nuestras memorias a cuenta de nuestras borracheras podían llegar a perjudicarnos ...
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