En su coche
Fecha: 03/04/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: isra_pleasure, Fuente: CuentoRelatos
¿Alguna vez te has sentido asfixiado por una persona?
Bien pues eso me pasa a mí, a veces quisiera no volver a verlo, pero es como un círculo vicioso, tal vez sea costumbre, afecto o simple placer.
A él lo conocí cuando yo tenía 19 añitos, él es uno de esos señores súper machos (fuera de la cama), pero ya dentro son muy diferentes, créeme.
Jorge es un tipo gordito, no más alto que yo, piel blanca, escaso cabello y con una enorme obsesión hacia mí.
Cuando comencé a salir con él sólo era por perversión, diversión y antojo… hasta que se enamoró de mí.
Ya sé, mi corazón actualmente se encuentra cerrado pero mis piernas no piensan lo mismo, para ellas siempre es primavera, pero para mi corazón es como si siempre fuera invierno.
Pero basta de cursilerías. ¿Quieres sexo, cierto? Ok.
De los tantos días que he pasado en su coche, en su casa y en hoteles todos han sido aburri-divertidos.
Cierto día Jorge pasó por mí al servicio social, me esperó en su coche y comenzamos a platicar, sobre el día, el tráfico, etc.
Tomó mi mano y la besó como de costumbre. Enseguida preguntó si quería algo, yo contesté que sí, quería algo de comer y un helado. Él asintió y nos dirigimos al primer McDonald´s que encontramos en el centro de la linda Ciudad de México.
Comimos un poco y salimos para regresar al coche, sin embargo no había terminado de comer mi helado y lo llevé conmigo.
Entrando al coche, él me besó apasionadamente, su barba me causaba comezón en mis labios y ...
... su mano recorría mi bragueta liberando mi falo excitado.
Me masturbó con un ritmo frenético, claro, no iba a correrme ahí mismo, el estacionamiento no estaba despejado, así que manejó en dirección a una calle solitaria y estacionó su coche.
Bajó mis pantalones y comenzó a lamer mis nalgas, las estrujaba contra su cara y absorbía el aroma de mi piel, de mis poros. Lamía mi trasero con mucho ímpetu, daba nalgadas ligeras y volvía a lamer, creo que era uno de sus pasatiempos favoritos.
Me pasó al asiento trasero y comenzó a lamer mi pene, hondo, hasta la garganta y yo podía sentir su barba sobre mi pelvis.
Por otro lado yo seguía comiendo mi helado, él me había dicho que yo sólo disfrutara mientras yo terminaba.
Así que cual niño abandonado no dejaba mi helado, aunque a veces gemía y me quejaba de placer.
— ¿Me das helado? —preguntó.
— Claro, abre la boca —respondí. Y comencé a verter el helado en su boca, enseguida él bajó y lo pasó a mi pene, dejó un pedazo de chocolate sobre mi glande y el helado en mis testículos.
Lo sentí un poco frío pero el placer que sentía me gustaba, y poco a poco jugaba con su lengua y volvía a tragar el helado, hasta dejar mi miembro limpio.
— ¿Me das un poco más de helado? —comentó.
— Aún queda bastante, y lo que haces me gusta —repuse.
Y enseguida me volteó boca abajo, con el trasero al aire y con su boca comenzó a meter bolitas de chocolate en mi ano, su lengua le ayudaba a meterlas y sus labios eran fríos gracias ...