1. Mezcla de sensaciones: sexo y morbo


    Fecha: 04/04/2018, Categorías: Incesto Autor: Sconvix, Fuente: CuentoRelatos

    ... ardiendo.
    
    —¡He dicho que quieto! —Subió un tanto el tono de voz, amenazadoramente— Me gusta mucha pajear a los jóvenes como tú, y ver cómo van cayendo en mi red. Pero lo malo es que, cuando os corréis, ya no se os levanta, y por eso quiero que esto dure, repetirlo, así que te tienes que aguantar las ganas.
    
    —Pero yo puedo correrme luego otra vez —Intenté hacerle cambiar de opinión— ¿No ves que llevo mucho tiempo "acumulando"?
    
    —Mejor, así puedo hacerlo cuantas veces quiera. No me obligues a tomar medidas.
    
    Pronto me di cuenta de que la cosa tenía su morbo, aunque me resultaba muy difícil contenerme y no eyacular. Terminó su cigarro y besó mi cuello, paseando libremente la lengua y mordiendo aquí y allá a su antojo. Reanudó la masturbación, lo cual me provocaba el mismo grado de goce que cuando estaba cerca de eyacular, supuse que cuantas más veces me masturbase antes llegaría a tal grado de excitación. Con un rostro lujurioso y picaresco volvió a detenerse, tramando el siguiente movimiento.
    
    Deseaba eyacular, tenía la polla ardiendo, roja y a punto de eructar. Casi instintivamente, otra vez, llevé mi mano a aquel deslumbrante falo y pretendí masturbarlo. Noa sabía que tal cosa ocurriría así que no había llegado hasta mi verga cuando me detuvo:
    
    —Te vas a estar quieto. No quiero tener que tomar "medidas" —Dijo en un tono más maquiavélico si cabe.
    
    —¡Buf!, no me había dado cuenta. Pero necesito correrme ya, estoy que no puedo, deja que me corra —Le rogué.
    
    —De ...
    ... eso nada, aquí se hace lo que yo diga, para algo estás en mi casa.
    
    —Venga, luego me corro de nuevo, todas las veces que quieras.
    
    —Que no te muevas —Me echó el humo de la última bocanada del cigarro a la cara, lo espachurró contra un cenicero cercano y tomo un par de medias negras— Esto servirá para que no hagas nada que pueda estropearlo —Decía mientras ataba una de mis manos a la cabecera de la cama.
    
    —¿Qué haces? —Como si no lo supiera.
    
    No dijo nada más. Terminó de atarme y, acto seguido, volvió a hundir su malévola mirada sobre mi rostro, más concretamente sobre mis labios, y continuó aquella masturbación que no parecía tener fin.
    
    Así se sucedieron los momentos justos antes de la eyaculación. Llegado a dicho punto se detenía; unas veces acercaba sus labios con un gesto claro de ir a mamar para que terminase dentro de su boca, en otros acercaba sus voluminosos pechos, otras veces pasaba muy superficialmente sus uñas rozando el capullo, e incluso hacía el amago de sentarse sobre ella.
    
    Estaba loco, completamente falto de cordura. Necesitaba correrme fuera como fuera. Tiraba de mis ligaduras pero estaban perfectamente dispuestas para evitar que escapase.
    
    —Anda, córrete para mí —Dijo en un claro gesto de empatía.
    
    —¡Por fin! —Grité esperanzadoramente— ¡Dale duro para que te lo eche en la cara!
    
    Y eso hizo, pero como no hay dos sin tres (y ella ya llevaba como doce), me la machacó con fuerza para hacerme explotar, acercando su sádica faz a la punta. Justo ...
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