1. Alzada con mi primo


    Fecha: 05/04/2018, Categorías: Incesto Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... primo con su pene y sus bolas grandes. Tanto que subí a mi dormitorio, me saqué casi toda la ropa, menos la bombacha, cerré la ventana y me di a la tarea de masturbarme como una cerda.
    
    Estaba en un trance perfecto, totalmente mío, con la piel caliente, los pezones tan erectos que me dolían, con la boca seca y los dedos inquietos. Nada me importaba en ese momento. No sé si gemí, si hablé o grité un poco más de lo debido. Solo que, cuando vi a mi primo cruzando el umbral de la puerta, la que torpemente olvidé abierta, se me petrificó hasta el nombre.
    
    Yo estaba de pie junto a la pared. No podía mover ni los labios para hablarle. No me salía la voz, y mis ojos parecían anochecer de golpe. En el apuro manoteé un almohadón para cubrirme las tetas, muerta de pudor pero intrigadísima.
    
    Lautaro murmuró mientras arrimaba la puerta: ¡no Anto, no te tapes, dejame mirarte bien… además, creo que es más divertido si lo hacemos de a dos!, y me quitó la almohada.
    
    Sé que sus brazos me alzaron como a un oso de peluche para depositarme en la cama, que se sentó a contemplarme entera y que cuando quise hablarle me puso un dedo en forma vertical a mis labios incrédulos. Acababa de comprender que mi piel se posó en sus manos grandes, y que en el trayecto hasta mi cama él me había susurrado: ¡te vi en el baño nena, me la re miraste guacha!
    
    Ahora me acariciaba, separaba mis piernas para besarlas y lamerlas, masajeaba mis pies y me mordía los talones muy despacito. Yo me reía entre ...
    ... sofocones, cosquillitas y sensaciones que me hacían sudar las manos y las mejillas.
    
    ¡no me digas que hiciste pichí en el jardín, como cuando eras chiquita!, dijo pronto, acercando sus labios a los míos, con una sonrisa fresca pero cargada de picardía. Asentí con la cabeza y entonces me besó.
    
    Primero fue un piquito. Luego fue un beso más largo, cálido y húmedo, y aquello le dio paso a una batalla de lenguas descarriadas, jadeantes y decididas a saborearnos por completo.
    
    Lautaro se quitó la toalla que rodeaba su cintura, acarició mis pechos y dijo agitando su melena: ¡mirala bien primita, mirá cómo me la paraste!
    
    Mis ojos casi huyen de mi cabeza de tanta felicidad. Su pija estaba a centímetros de mi cara, totalmente gruesa, rígida, ávida de una rica mamada y con algunos hilos de juguito. Pero no me dejó tocarla.
    
    Justo cuando intento sentarme para darle una lamida, cosa que me urgía casi tanto como respirar, él me empujó contra la cama diciendo: ¡esperá nena, no tan rápido, que todavía no es la hora de la leche!
    
    Internó su cara entre mis tetas para lamerme los pezones, chuparlos con vehemencia y estirarlos en sus dedos. Yo gemía y le pedía que me masturbe. Pero él me hacía callar con sus besos, me erizaba los músculos con su barba y su saliva en mis tetas, y me amasaba la cola.
    
    En un momento tocó una de mis lolas con la punta de su pija cada vez más erecta, y como, al parecer le gustó mi reacción instantánea de chuparme los dedos, se dio a la tarea de acariciarme ...