1. Ana, mi compañera de clase


    Fecha: 14/05/2018, Categorías: Grandes Relatos, Autor: Dana Lao, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando entré a estudiar la especialidad, conocí a Ana. 1.70, ojos marrones, cabello castaño liso y sonrisa matadora, además de unas tetas en su lugar y de buen tamaño a juzgar por las blusas que acostumbraba usar. Por aquel tiempo, había comenzado la relación con mi actual novia y debo aceptar que tenemos algo bueno juntas, sin embargo, no puedo negar que Ana llamó mi atención desde el primer día en que la vi.
    
    Lo primero que me atrajo de ella, fue su perfume. Un delicioso olor dulzón que me provocó voltear a verle al pasar a mi lado, solo para comprobar que el par de piernas que cubrían esos jeans, eran para morderlas, rematadas por unas nalgas en las que se me fueron los ojos más de una vez. Además de eso, Ana cuidaba cada detalle de su arreglo personal; desde las uñas delicadamente cuidadas, la ropa combinada y el pelo liso oliendo delicioso todos los días.
    
    Al poco tiempo, me enteré que era casada. Y no solo eso, sino que además tenía un hijo de 4 años. Ella tenía 33 cuando iniciamos la especialidad, aunque la verdad aparentaba ser más joven.
    
    Al principio nos llevamos bien. Hacíamos buen equipo en las clases y ella siempre me decía que era inteligente, y que por eso me buscaba para los trabajos en equipo o en pareja. Y lo cierto, es que siempre se me acercaba mucho, tomaba mis manos con cualquier pretexto, se apoyaba en mi pierna mientras charlábamos, buscaba mis abrazos y cosas que podían parecer de amigas, pero que a mí siempre me resultaron una oportunidad ...
    ... para sentirla cerca de mí.
    
    Poco a poco nos hicimos más cercanas y formamos un grupo de 5 amigas, con las cuales comenzamos a salir bastante, sobre todo los viernes, a beber unos tragos o cervezas. Con 26 años, yo era la más pequeña del grupo, después de Stephanie, quien tenía 24.
    
    Así que el grupo era muy animado y charlábamos de muchos temas, pero el favorito era el sexo.
    
    Todas las chicas, eran hetero y desde que les conté que me gustaban las mujeres se mostraron curiosas y confesaron tener al menos una fantasía con mujeres. Nuestras pláticas de sexo eran divertidas y picantes. Y la verdad es que sirvieron de preámbulo para que Ana fuese perdiendo la pena y en medio de varias borracheras, se abrazara a mi cuello o acariciara mi entrepierna haciéndose la distraída. Buscaba contacto físico todo el tiempo; y la verdad es que a mí me encantaba sentirla. Sobre todo cuando, bailando en grupo me abrazaba y yo la atraía hacia mí rodeando su cintura con mis manos. Sentía sus tetas firmes en las mías y a ella no parecía molestarle esa cercanía. Por el contrario, la propiciaba cada vez un poco más.
    
    Luego de algún tiempo, ese jugueteo, del cual nunca hablábamos en voz alta (solo lo dejábamos ser), se convirtió en caricias más intensas. Cierta vez, por ejemplo, en un bar frente a la escuela estábamos sentadas lado a lado, charlando con las demás chicas y ella sin más llevó su dedo índice a mi vagina y comenzó a acariciarme suavemente los labios vaginales sobre mis jeans mientras ...
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