1. Él te observa (episodio 3)


    Fecha: 27/05/2018, Categorías: Infidelidad Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... prieto culito con ese imponente vergajo que cargaba.
    
    Más tarde sería Irene la que batallaría con su señor ojete. La putona, ya bien amoldada a ese enorme miembro, bombeaba su culazo hacia atrás para hacer que éste se tragara entera la pija de su hijo y la liberara luego un instante sólo para poder tragársela de nuevo. Mientras el cíclico mete y saca se sucedía, Ali le frotaba el clítoris a su madre con depravado ímpetu.
    
    Pero quizá la escena que más me impactó fue la de madre e hija tijereteando a ritmo violento. Sus encendidos ojos se buscaban, se encontraban, se perdían por completo en los laberintos del deseo. La fricción de esas dos conchas ardientes parecía que sacaba húmedas chispas. Uff… todavía me agobia esa indeleble imagen.
    
    Lo último que recuerdo es a Daniel ordeñándose la verga a gran velocidad mientras observaba la majestuosa escena, y a su torrencial lluvia de abundante semen bañando por completo a las dos perras.
    
    Por fin realidad me superó. Sentí que iba a desmayarme. Durante unos segundos el mundo se me desvaneció entre trepidantes sombras. Finalmente, un gran vómito –esta vez sí– salió de mis fauces.
    
    Apenas recuperé un poco de mis fuerzas, salí corriendo de mi despacho y abandoné la casa a paso de atleta. Sólo quería huir de ese infierno. Corrí seis cuadras hasta llegar a la iglesia, pero no entré, me senté en un banco de la plaza que está ubicada en frente y me quedé inmóvil por largo rato.
    
    Mi cabeza daba estrambóticas vueltas, no podía ...
    ... pensar claramente. Juzgué que éramos merecedores de la misma lluvia de fuego y azufre que había terminado con las antiguas ciudades del pecado. Pensé en incendiar la casa con toda la familia adentro para que todos fuéramos consumidos por el fuego purificador que liberaría nuestras atormentadas almas. Atrocidades similares fueron desfilando por mi cerebro en forma incesante. Parecía que iba a enloquecer.
    
    Intenté pensar fríamente. Tenía que recuperar mi raciocinio. Cien veces me pregunté porqué. ¿Por qué nuestro virtuoso hogar se había transformado de repente en una especie de Sodoma? ¿Por qué mi recatada esposa de pronto parecía una perra en celo? ¿Y mi inocente y dulce Ali? ¿Cómo podía ser que personas de casta virtud religiosa cogieran como si fueran profesionales de la pornografía?
    
    De a poco me fui convenciendo de un trasfondo sobrenatural en todo lo que estaba aconteciendo. Ya no me parecía disparatado creer en la presencia de algún tipo de entidad maligna, la cual seguramente se había instalado en nuestra casa y había poseído nuestras almas de la manera más vil.
    
    ¡Era eso! Era la única explicación posible. Yo mismo, y mi repentina fascinación por mi propia hija, era la prueba más cabal. Yo era fuerte y por eso había resistido a la tentación, pero mi mujer y mis pequeños habían sucumbido ante la fuerza oscura que nos estaba azotando.
    
    Ya totalmente convencido, me juré que iba a vencer a ese demonio como fuera e iba a librar a mi inocente familia de su encelada maldad. ...
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