Travesuras en la biblioteca
Fecha: 27/12/2021,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
El pitido de un reloj digital saco a Miriam del trance. Llevaba tres horas allí metida, subrayando y haciendo resúmenes. La vida de estudiante tiene cosas buenas pero no todo es fiesta y desmadre. Acudir a la biblioteca para estudiar era el pan de cada día, aunque en época de exámenes esas salas se llenaban más que las aulas.
Esa mañana habían tenido suerte, su novio Juan la había recogido en su casa con la moto para llegar pronto y poder sentarse en una de las mejores mesas. La estrategia había tenido éxito. Su chico estaba sentado a su lado, ya hacía rato que había dejado de lado los libros para mirar la pantalla de su móvil. Seguramente estaría viendo videos de motos o de alguna tía por instagram pensó Miriam.
Llevaban varios meses juntos y habían discutido el tema, el se defendía diciendo que mirar fotos por insta o ver porno no era ponerla los cuernos. Que además luego se desfogaba con ella así que todos salían ganando. A Miriam no le acababa de gustar la idea. No es que tuviera envidia de las chicas de los videos, ya las gustaría a muchas de ellas tener un par de tetas como los suyas, sin operarse ni nada, pero se sentía como una especia de segundo plato. También admitía que los polvos que echaban eran de mas que disfrutables.
Curiosa por saber que miraba Juan se acerco ligeramente. Sus sospechas habían acertado, una rubia en bikini con dos balones por pechos posaba junto a una moto de competición. En cualquier otro sitio le hubiera reclamado que dejara de ...
... mirar eso pero no quería armar un pollo y que los echasen de allí. Resignada, intentó concentrarse en los estudios. Sin embargo, no podía dejar de mirar a su novio que ajeno a todo lo que le rodeaba seguía mirando el móvil.
Al cabo de un rato Juan se movió para recolocarse en su silla. Miriam se percato entonces del pequeño bulto del pantalón. No lo podía creer, ese cabrón se estaba empalmando en la biblioteca y encima no era por culpa de su novia. Una idea surgió en su cabeza, si ese hombre quería mujer iba a tener dos tazas. Miriam se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo del asiento. Hacia frio y la camiseta con la que se había quedado no abrigaba precisamente. Sus pezones no tardaron en ser visibles a través de la tela, y la postura de estudio se ayudaba de la gravedad para crear un inmenso canalillo. Ella se dio cuenta que esa vestimenta atraía varias miradas de los estudiantes cercanos, pero no de su novio. Algo molesta se arrimó con la silla y puso su mano en el muslo.
Del susto que se llevó el pobre, se le resbalo el móvil y golpeó la mesa. Miradas de enfado se enfocaron en ellos al instante. Con vergüenza recogió el móvil y se giro hacia su novia para reprimirle a su novia lo que había hecho.
Miriam estaba preparada, se había separado un poco de él y había juntado las palmas de las manos en un claro gesto de pedir perdón. Esa no era su intención, porque en realidad lo hacía para que sus pechos quedasen embutidos entre sus antebrazos. Los ojos de Juan no ...