La madre de mi amigo y su hermana
Fecha: 22/02/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos
... puedo embarazarme, o ¿traes condones?” Respondí “No y me vestí casi desfallecido por la deslechada que me dio.
Con el tiempo, murió el padre de mi amigo, su hermana ya tenía una profesión, pero terminó embarazada por alguien que no dio la cara (seguramente ni ella supo quién fue) y, dados los frecuentes enfrentamientos con su madre, ella se salió de la casa dejando al crío. Yo seguí dándole mantenimiento a la mamá que cogía riquísimo pues toda su edad era un cúmulo de experiencia, adquirida con varios amigos que se la cogían desde la infancia y atendió durante su vida adulta.
La hija, en lugar de trabajar en algo que fuera afín a su carrera, se fue de prostituta para continuar satisfaciendo su adicción al placer, atendiendo casi dos años en una calle muy conocida por todos los que buscaban jóvenes y expertas.
Tiempo después su mamá me invitó al cumpleaños de mi amigo. Esa mañana pasé a ver qué se le ofrecía para la reunión en la noche, obviamente también darle algo de leche si era necesario, y me enteré que la hija ya había regresado a casa. La hija había mejorado enormemente en el arte de la seducción. Lo comprobé por la facilidad con la que me envolvió: me besó con gran maestría y despertó de inmediato mi deseo; diestramente, metió su mano en mi pantalón sin separar sus labios de mi boca. No pude rehusarme ni pensaré si había alguien más, ¡yo estaba calentísimo!; sobre tu ropa le apreté el pecho, pero cuando ella se disponía a quitarme el cinturón, despertó su ...
... hijo y nos separó pidiendo con insistencia que le diera un vaso de agua. Me quedé con mis ganas anudadas en las entrañas, ya que al poco tiempo llegó la madre de ella y con ello se canceló esa oportunidad.
En la noche, ya en la fiesta, se le subieron las copas y se puso a bailar conmigo sin darme descanso. Pegaba su cuerpo al mío y con la pierna vigilaba que tuviera una continua erección. Logré desprenderme de ella para ir a la cocina por un vaso de agua. Me alcanzó allá y me besó en la forma hechicera que lo había hecho en la mañana. Le subí la blusa y le chupé los pezones.
“Tengo ganas de hacer el amor”, me decía al tiempo en que sobre mi ropa acariciabas el pene.
Afortunadamente, se oyeron pasos y se separó. De no haber escuchado que se aproximaban, nos hubieran sorprendido en el preámbulo, porque yo estaba perdido por la lujuria.
Continuamos bailando, pero nuestra plática se centró en las maneras que ella sabía hacer el amor. “Yo lo disfruto como tú te acomodes”, me advertía. “Si estás abajo, ¿también te puedes mover?”, le pregunté recordando a quien de esa manera logró mi primera eyaculación. “Lo he logrado con otros de más peso que tú”, alardeó. “¿Qué otras cosas sabes hacer?”, pregunté. “Muchas, no terminaría de mostrártelas en una semana de cama”, contestó al tiempo que pasaba su mano recorriendo mi turgencia.
Yo estaba tan caliente que no me daba cuenta si los demás nos veían o no. “¿A dónde iríamos a coger?”, le pregunté. “A donde quieras. ¿Qué te parece ...