Cuando la calentura aprieta (08)
Fecha: 01/03/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: rosamarsan, Fuente: CuentoRelatos
Nuevamente volvió la rutina.
Pese a que seguía conectada a chats, no encontraba nada que me llamara la atención. Por lo cual decidí descubrir cosas nuevas en mi soledad. Me decanté por el sexo anal.
Claro está, primero le pregunté a mi marido que si porque no probaba a metérmela por el culo. No me sorprendió su reacción, me dijo que eso era una guarrada, que de donde había sacado esa estupidez y cosas de esas. Menos mal que conociéndolo ya se sortearlo y que todo quedó como si hubiera sido una broma. Pero me quedó claro que tendría que probarlo yo sola.
La primera vez que lo intenté fue en el salón, yo desnuda, me lubriqué mi ano con bastante gel y fui introduciendo poco a poco los dedos, primero uno y luego dos. Aquella vez no llegué a probar el consolador, ya que el sentir ese orificio abierto por mis dedos, tuve una sensación nueva de placer, que junto con la destreza de la otra mano con mi clítoris, no tardé mucho en correrme.
Pasado un par de días, volvía a hacerlo, todo igual que la anterior, esta vez los dedos notaron menos resistencia. Me situé para sentarme en una silla, sujeté el consolador, previamente bien lubricado, me senté encima de él y poco a poco fui penetrándome con él. Sentía algo de resistencia pero no paré, sin pensarlo me senté de golpe. Error mío, vi hasta estrellas, nunca había sentido un dolor igual. Me levanté rápidamente y me lo saqué, seguidamente caí al suelo, retorciéndome de dolor, mientras mi mano apretaba mi culo. Como si con ...
... eso parara el dolor. Al ver mi mano vi que incluso me había hecho un poco de sangre, seguramente debido a algún desgarro. Pasé unos días fatal, no podía ni sentarme, ir al baño era una tortura también.
Me mentalicé que el sexo anal no era lo mío.
Pasaron los meses y no había intentado volver a probar.
Empezado el nuevo año y con mis 43 años ya cumplidos, no había manera de volver a sentir la excitación y el morbo de una nueva infidelidad.
Casi acabando las fiestas de navidad, un día mientras limpiaba mi jardín, mi vecina salió y entablemos conversación, como cualquier día. Ya que eran muchos años de vecinas y le tenía mucho cariño.
Leonor era una mujer ya mayor, enviudó muy joven y se quedó sola con su hijo. Cuando nos mudamos a nuestra casa él tendría unos 14 años, yo tenía 26 cuando llegué recién casada. Leonor nos ayudó siempre que nos hacía falta. Mis hijos incluso la llamaban Tata Leonor. Su hijo se fue con 20 años a trabajar a Suiza y desde entonces no lo había vuelto a ver, había venido varias veces a ver a su madre, pero siempre era en verano y coincidía cuando nosotros estábamos de vacaciones.
Leonor me dijo que estaba esperándoles, que le habían llamado del aeropuerto que venían a pasar unos días con ella, ya que tenían unos días libres en su trabajo. Ella estaba ilusionadísima. Me quedé a esperar con ella, pese a haber terminado de limpiar y que hacia un frio de cojones. Ella me preguntó por mis hijos, le dije que se habían ido con mi marido y así ...