Una Doctora muy Comprometida
Fecha: 09/03/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
La sala de espera estaba atestada de gente tras el levantamiento del estado de alarma y ciertamente, muchos de los usuarios tenían mala cara y parecía muy oportuno que estuvieran esperando su turno para que les atendieran. Yo a todas luces desentonaba y me preocupaba que cuando expusiera mi caso, la doctora de cabecera me mandara a paseo.
No suelo ir al médico con frecuencia ya que soy partidario de que el cuerpo haga su trabajo antes de acudir al facultativo, pero ésta, era una ocasión que lo merecía ya que empezaba a preocuparme y seriamente, la dificultad que de un tiempo a esta parte tenía para lograr una erección.
Nunca he tenido problema de lívido, es más, cada día que pasa creo con más firmeza en la famosa teoría que ronda por ahí, de que los hombres estamos programados genéticamente para reproducirnos hasta el día que morimos y no seré yo quien contradiga a los científicos ;-)
Por fin llegó mi turno y algo nervioso le planteé a la doctora la situación mientras ella no dejaba de mirar la pantalla de su ordenador.
Al finalizar con mi exposición, dejó de teclear y muy despacio me miró durante largo rato. Me puso más nervioso si cabe y vi en el fondo de sus ojos que lejos de parecerle inoportuna la cuestión, estaba meditándola concienzudamente.
De repente, miró la hora en el reloj de pared que estaba tras de mí y al bajar la cabeza, pude vislumbrar en sus labios una imperceptible sonrisa.
- Bien. ¿Qué edad tiene?
- 46, dije yo.
- ¿Con qué ...
... frecuencia tiene relaciones sexuales?, continuó.
- Pues menos de las que me gustaría… quizá 2 ó 3 al mes.
Vi en su expresión que aquella repuesta no le cuadraba y nuevamente con esa mirada de gato que se va a comer a un ratón, matizó la pregunta.
- Quiero decir…, incluyendo la masturbación.
Esto ya no me hizo tanta gracia y con cierto apuro le dije que al menos 1 vez al día.
No se inmutó ni por un segundo y haciendo cómo si aún no hubiese contestado, continuó esperando mi respuesta sin apartar esa mirada penetrante.
- ¿Quizá 2 al día?, dije encogiendo los hombros.
- Eso me cuadra más, afirmó.
- Entiendo por tanto que consume pornografía, ¿verdad?
- Sí. Cuando me masturbo.
Su expresión, cada vez más enigmática fue mutando poco a poco a lo que me parecía de regocijo cuando comenzó a explicarme que probablemente el problema estribaba en que de forma artificial, había ido elevando mi umbral de excitación y ahora lo “habitual” no lograba estimularme lo suficiente, pero que en cualquier caso quería hacerme una prueba.
Me pidió que me desnudase de cintura para abajo y que me tumbara en la camilla. Mientras tanto ella, detrás del parabán cerró discretamente el pestillo de la puerta de la consulta y comenzó a trastear durante unos minutos que se me hicieron eternos.
Por mi cabeza pasaban todo tipo de pensamientos a cuál más absurdo sobre la prueba que me quería hacer y mi pene se iba encogiendo cada vez más como si supiese lo que iba a ocurrir.
- ¿Por qué ...