1. Un dia de suerte


    Fecha: 03/06/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Eros33, Fuente: xHamster

    La tarde caia en la playa de levante, una playa alejada delas vias de comunicacion más habituales. Había llegado a ella por casualidad,buscando desesperadamente un lugar aislado en el que olvidarme de todo.Dejé el coche, con una despreocupación algo temeraria, a unos 200 metros de laplaya, y me dirijí hacia la cala, que aun no veia, pero que un oxidado cartelubicaba a esa distancia. Iba en ropa de calle, era Septiembre y acababa de salirde trabajar. En cuanto noté la arena, me quité los zapatos y los calcetines ycaminé hasta el extremo opuesto. la cala era pequeñita, de unos 200 metros deextensión y acababa y empezaba en sendas rocas gigantes, que se unían formandoun pequeño pa****to solo hendido por el camino que acababa de recorrer.Tan pronto llegué al punto elegido, una zona soleada y recogida, me desnudécompletamente y me tumbe.La sensación de la fresca arena en mi espalda y nalgas y del,aún tórrido, sol de Septiembre sobre mi desnudez frontal, hizo que aflorase unasonrisa de placer en mi cara y que no pudiera reprimir un pequeño gritito degusto. Me estiré reconfortandome y coloqué las manos bajo mi nuca, procurandorelajarme.no se cuánto tiempo estuve dormido, pero cuando abrí un ojo, comprobé que soloquedaba un hilillo de sol tras la roca de poniente. Reconfortado por eldescanso, me incorporé lentamente, y fue entonces cuando la vi.Estaba a unos 5 metros de mi, tumbada boca arriba sobre unatoalla blanca, leyendo un voluminoso libro cuyo titulo no pude distinguir, ...
    ... noporque no lo viese, si no porque otro detalle llamó mi atención. Estabacompletamente desnuda. Su piel morena decoraba un cuerpo increible. Sus senos,grandes, redondos y perfectos apuntaban al ya oscuro cielo y estaban coronadospor dos pezones que se asemejaban a fresas parduzcas. Sus piernas finas y firmesnacían de dos perfectas caderas y ocultaban entre ellas el final de una delgadahilera de vello divino que había sido delicadamente recortado.Sumido en esta contemplación, ascendí por su cuerpo parallegar hasta su bella cara, y descubrir que me estaba mirando con una sonrisa delo más picarona. Su mirada no iba hacia mis ojos, sino más abajo, donde, a lahabitual reaccion del despertar se acababa de unir el impulso reflejo decontemplar a semejante ejemplar, y algo estaba a punto de salir despedido haciael ocaso.Incrompensiblemente, no me sonrojé ni salí huyendo, si no que tranquilo yconfiado, como el que sabe ciertamente cual va a ser el desenlace, le devolví lasonrisa.Ella, sin dejar de sonreir en ningún momento, dejó el libro,y se incorporó. Si su cuerpo era espectacular tumbada, de pié no había epitetoque lo describiera.Ni que decir tiene que el nivel de flujo sanguineo en micabeza disminuía por momentos y por un instante creí que me iba a desmayar. peropor fortuna no fue así.Cuando llegó a mi altura, sin decir ni una palabra y aún sonriente, se agachósentandose sobre sus rodillas y tomó mi sexo en su mano. Solo el contacto de susdelicados dedos estuvo a punto de hacerme ...
«12»