1. Me convertí en mi madre (1): Películas japonesas (JAV 2)


    Fecha: 27/03/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Gabriel Vera, Fuente: CuentoRelatos

    ... la vez: el té. Ese era el causante de esta transformación.
    
    Pronto sonaría el despertador, se levantaría mi padre, había que pensar algo. Tras alguna deliberación, nos cambiamos la ropa, y fui a la habitación de mi madre.
    
    Mi padre se estaba levantando. Estaba entrando al baño. Yo le saludé, le dije cari, y corrí a la cocina, donde empecé a preparar el desayuno. Menos mal que se me da bien cocinar, y además mi madre me ayudaba. Mi padre tiene que salir mucho antes que yo, por lo que acabó y se marchó. Respiramos.
    
    —¿Y ahora qué hacemos?
    
    —Tú tienes que ir al instituto, yo tengo la reunión de las vecinas. No podemos quedarnos así.
    
    Me acompañó mi madre al dormitorio, para escoger la ropa. Un tanga me pareció que debía ser incómodo, sólo hilos, cómo se sujetaba aquello. Entraba por la raja del culo, apenas tapaba nada.
    
    —Pero mamá, qué es esto.
    
    —Nada, Yukio, tú déjame hacer.
    
    Me puso una braguita menos llamativa, pero aun así pequeña y reveladora. Se ajustaba a la vulva, y era como de lycra. El aspecto, la verdad, me gustó mucho. No sé qué sentía, pero el tacto era muy agradable, y el bultito era atrayente. Un sujetador que contuviera las tetas de mi madre, falda, blusa, y me indicó los zapatos que debía ponerme después, al salir.
    
    Como yo llevo uniforme, no había problema para vestirme o vestirse. Acabó pronto. Se quejaba de lo áspera de la ropa interior, eso sí.
    
    Por fin desayunamos más tranquilos; sonó el timbre. Mi amigo Kiro venía para ir juntos. Le ...
    ... dije, al abrir la puerta:
    
    —Ara voy, pérame un momento, tío.
    
    Pero, como se lo dijo el cuerpo de mi madre, Kiro se quedó sorprendido, de modo que inmediatamente tuve que decir:
    
    —Eso es lo que le oí decir a Yukio ayer, ¿no? Le dije que cuidara su lenguaje, que hay que ser más educados y vocalizar.
    
    Un sudor se me iba y otro se me venía. Vaya día. Aparecí y me fui con su amigo, o apareció y se fue con mi amigo. Como empezara Kiro a hablarle de tías… No quedaba otro remedio, no se podía faltar a clase, en el centro son muy estrictos.
    
    Una vez solo me senté en el escalón de la entrada, y lancé un gran suspiro. Me di cuenta de que con las piernas abiertas no quedaba muy de señora. Ay, lo que me faltaba todavía por sufrir.
    
    Me quedaba tiempo para ir a la reunión de las vecinas, lo de la fiesta del barrio. Un trámite, me había dicho mamá. ¿Qué podía hacer en esta situación tan increíble, tan poco esperable, como de película? Meditar, considerar cómo de repente puede cambiarle a uno la vida, o a una, y cómo se enfrenta uno a estas situaciones novedosas. Podía considerar las profundas repercusiones que este cambio, de hacerse perpetuo, comportarían en mi vida. Pero, como tengo casi veinte años y estaba en el cuerpo de mi madre, no me quedó más remedio que irme corriendo al dormitorio a mirarme en el espejo. Según iba corriendo me iba levantando la falda.
    
    Frente al espejo consideré la figura de mi madre de otra manera, ya no como la autora de mis días, sino como una mujer ...